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Mi otro yo (2013)

Mi otro yo
86 min.
3.7
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Tráiler (ESPAÑOL)
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Sinopsis
Fay, una adolescente cuya perfecta vida ha dado un repentino vuelco, empieza a tener la sensación de que una chica de rasgos físicos idénticos a los suyos la está siguiendo.Y no solo eso: cada vez está más convencida de que no se conforma con tener su mismo aspecto, sino que quiere adueñarse de su vida entera. (FILMAFFINITY)
Género
Terror Thriller Drama Thriller psicológico
Dirección
Reparto
Año / País:
/ Reino Unido Reino Unido
Título original:
Another Me
Duración
86 min.
Guion
Música
Fotografía
Compañías
Coproducción Reino Unido-España;
Links
Premios
2013: Festival de Roma: Nominada al Marco Aurelio de Oro
4
El otro yo de Isabel Coixet
Dice Robertson Davies en el capítulo introductorio de su libro 'Espíritu festivo': “Creo que conozco a fondo el estilo tradicional de los cuentos de fantasmas. Es solemne y recurre frecuentemente a un vocabulario poco común con la intención de imponer respeto y temor a los oyentes. Se trata de un estilo que puede caer fácilmente en el ridículo…”. Yo creo que Davies da con el quid de la cuestión. Los cuentos de dobles o fantasmas y/o de terror psicológico (no hay espectros más temibles que los demonios interiores) se sitúan a menudo en esa línea movediza que separa lo ridículo del puro miedo. ¿Cuántas veces no nos hemos sentido avergonzados, al alba, de los temores íntimos que pueblan nuestras noches?

Isabel Coixet, respetuosa con el género, cae en lo enfático y solemne. Sabe que el otro habita en los reflejos y cristales. Abusa del susto con subida de volumen, de la cámara lenta… y quiere situarse en la frontera. No siempre sale victoriosa en el empeño.

Prosigue Davies: “Mis fantasmas son tradicionales en al menos un aspecto: todos buscan algo. Es la razón por la que comúnmente se aparecen; buscan un objeto perdido, o venganza o justicia, y el espíritu no puede descansar hasta ver cumplido su deseo.” No diré lo que busca el ente de Coixet (fantasma o doble o ser imaginario) pero la directora juega con nosotros al despiste. La historia, desde la visión en sueños de una paliza en un siniestro pasadizo, es tramposa y poco consistente (si es que se puede hablar de consistencia en una historia de fantasmas). Busca hacernos creer lo que no es y lo hace, en ocasiones, con mañas de feriante.

Decía que el riesgo principal de las películas de apariciones, dobles o fantasmas es lo difícil que resulta no caer en el ridículo. Pienso en 'Suspense', de Jack Clayton, quizás la obra más perfecta de este tipo y estoy convencido de que su mayor acierto es mantener hasta el final la ambigüedad de su propuesta: ¿existen los espectros de Quint y la señorita Jessel o sólo están en la cabeza de la institutriz? La clave para lograr la ambivalencia es mantener estrictamente el punto de vista narrativo focalizado en la protagonista de la cinta (un acierto que ya se encuentra en la novela original de Henry James). En 'Mi otro yo', Coixet no mantiene la unidad del punto de vista narrativo y suprime toda ambigüedad. Desvela demasiado pronto la naturaleza de lo que sucede y desarrolla no muy hábiles subtramas (la enfermedad del padre, la madre y el profesor de teatro, los celos de la compañera de colegio) que desvían torpemente la atención. Reitera efectos (ruidos, rotura de cristales) que no llegan a inquietar. Y, pese a evitar el ridículo, tampoco alcanza a estremecer.

En lo tocante a los actores, Sophie Turner cumple, sin más (pienso en la espléndida actuación de Mia Wasikowska en 'Stoker', que debiera haber sido inspiración para el papel de Fay en esta cinta). Los actores que interpretan a los padres de Fay, Don y Ann, sufren lo indecible por lo mal concebidos que están sus personajes en guion. Todo lo que tiene que ver con la madre es desafortunado (¿por qué se abultarán los labios las mujeres guapas en vez de envejecer con dignidad?).

El guion es francamente mejorable. Las escenitas del coche con el padre o la hija mirando desde la ventana… son casi de sainete. El primer beso, rodado cámara en mano y con temblor, es poesía sencilla y cinematográfica. El ascensor y la presencia decrépita de Geraldine Chaplin aportan su cuota de tensión al argumento. En fin, la cinta es un juguete entretenido.

Si alguien me preguntara si he llegado a creer en el espectro ideado por Coixet, acudiría de nuevo a la sabiduría de Robertson Davies para contestar: “A todo el que escribe relatos de apariciones le preguntan ineludiblemente: «¿Usted cree en fantasmas?» La respuesta solo puede ser: «Creo en fantasmas tanto como Shakespeare, exactamente».” Pero, más allá de la pericia o impericia de Isabel Coixet en este género, hay un detalle que desvía incuestionablemente la atención del hilo principal. La enfermedad del padre pesa demasiado, al menos en mi ánimo de espectador. Y es que por muy terrible que sea la aparición de un doble o un fantasma, no hay espectro que pueda hacerle sombra a la esclerosis múltiple.



[Texto publicado en cinemaadhoc.info]
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38 de 43 usuarios han encontrado esta crítica útil
2
¿Existe Isabel Coixet más allá de Mi vida sin mí?
Si descartamos a la ligera que Ayer no termina nunca fuera toda una experiencia terrorífica, Mi otro yo sería la primera incursión de Isabel Coixet en el thriller, o lo que es lo mismo, un peldaño más en su descenso a los infiernos del desorden y el caos. La directora catalana da un nuevo paso suicida en su filmografía y confirma que el único sello de identidad que se mantiene a lo largo de su carrera son las gafas de pasta. Porque ya ni las lavanderías de autoservicio han logrado sobrevivir a tamaño desbarajuste.

Siempre se agradece el flirteo de cineastas con géneros que se alejan de su identidad. Ahí está Almodóvar y su oscura La piel que habito para demostrarlo. Pero ni Coixet es el director manchego ni cuenta con el empaque suficiente para correr el riesgo. Antes de meterse de lleno en camisas de once varas, necesitaba recuperar con urgencia la senda que abandonó tras La vida secreta de las palabras. Porque desde aquel 2005 se sucedieron los palos de ciego. Elegy, Mapa de los sonidos de Tokyo, Escuchando al juez Garzón, Ayer no termina nunca. Fallidas teclas que la directora ha ido tocando y que cuestionan si existe una Isabel Coixet más allá de Mi vida sin mí.

Mi otro yo desde luego no es el revulsivo más idóneo para relanzar una carrera en horas bajas. Es el típico proyecto con el que un estudiante de la ESCAC se marcaría un tanto pero que en manos de una realizadora acostumbrada al intimismo y a la trascendencia se queda en una mera aberración, la de una directora que ha querido jugar a ser Shyamalan. Y hasta el propio creador de El sexto sentido sabe que el thriller psicológico es un terreno muy difícil de abonar.

No basta con una sucesión de apariciones y columpios oscilantes para crear una atmósfera de angustia. Ni siquiera la mirada penetrante de Geraldine Chaplin como último recurso. Se requiere una buena dosificación de los tiempos, ni excesivos preámbulos que aborrezcan al personal ni la acelerada precipitación de los acontecimientos. Pero sobre todo se precisa una buena historia, que atrape desde un buen comienzo y se aleje de los vicios telefílmicos.

Mi otro yo es un cúmulo de despropósitos, desde fantasmas de carne y hueso hasta crueles esposas que fornican con el amante a plena vista de sus moribundos maridos. Tan cruel como ver a aquél carismático Rhys Ifans que gritaba en calzoncillos en Notting Hill convertido aquí en un monigote sin ningún peso en la narración. Casi tan bárbaro como recurrir a Sophie Turner como reclamo para finalmente evidenciar que su talento jamás sobrevivirá a Sansa Stark.

Ahora que Isabel Coixet ha comprobado que no es tan fácil ser Jaume Collet-Serra o Juan Antonio Bayona, a la directora ya sólo le quedan un par de géneros a explorar en su deriva hacia la autoinmolación: el cine de acción y la comedia. Comencemos a temblar.
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22 de 29 usuarios han encontrado esta crítica útil
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