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La novia (2017)

La novia
91 min.
4.0
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Sinopsis
La joven Nastya (Viktoriya Agalakova) acepta ir al pueblo natal de su novio Ivan (Vyacheslav Chepurchenko) para conocer a su familia. Cuando llega al lugar, se da cuenta que los familiares de Ivan son muy extraños y el lugar está lleno de espeluznantes fotografías. Pese a todo, Nastya se tranquiliza y confía en que pronto se va a casar y será feliz junto a su amado. Pero Ivan desaparece y ella acaba siendo preparada para una misteriosa ceremonia que debe llevarse a cabo antes de la boda. (FILMAFFINITY)
Género
Terror Thriller
Dirección
Reparto
Año / País:
/ Rusia Rusia
Título original:
Nevesta
Duración
91 min.
Guion
Música
Fotografía
Compañías
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Premios
2017: Festival de Sitges: Nominada a Mejor película (Sección Panorama).
7
CON NOVIA, PERO DESCOMPUESTO
Después de una efímera etapa embrionaria que coincidió con el fin de la época zarista, el cine ruso quedó totalmente vallado por los condicionantes del régimen soviético, hasta tal punto que, cuando hablamos de películas rusas o de la Federación Rusa, perfectamente se podrían abstraer de las siete décadas en que su corpus histórico se desarrolló bajo las directrices ideológicas y políticas de los dirigentes socialistas, especialmente durante el mandato de Stalin, y asimilar que el cine ruso termina de nacer, después de las tímidas aperturas de los años sesenta, setenta y ochenta, caído el Muro de Berlín, desgajado el Telón de Acero.

Han pasado treinta años, y hay quién afirmará que aún anda en pañales. Especialmente el cine de terror que, admitiendo la omnipresente clasificación canónica en géneros y subgéneros, no tuvo ni arraigo ni oportunidad de germinar, en una predominancia de estilos cinematográficos marcados por el realismo y el constructivismo como líneas artísticas de pensamiento exclusivas.

Hace apenas un par de décadas que se muestra cierto interés en el horror como temática para el cine, y no será por la falta de recursos argumentales en la tradición cultural eslava. Y no nos confundamos: lo que a algunos les pueda parecer copia de clichés trillados en otras veredas (como la hollywoodiense o la europea), no es más que la inevitable similitud, analogía o paralelismo que podemos encontrar entre los corpus mitológicos de diferentes orígenes (étnicos, religiosos, sociales…), aunque admitiremos que cada uno mantendrá sus particularidades esenciales y signos de identidad propios.

Svyatoslav Podgaevskiy es uno de los directores que, con títulos como el que nos ocupa (“Nevesta”, 2017), y otros tantos que la precedieron (“La Torre del Mal”, 2014; “Queen of Spades: The Dark Rite”, 2015), o que la sucedieron (“Baba Yaga: Terror of The Dark Forest”, 2019; “Dark Spell”, 2021…), con variables e irregulares éxitos en taquilla y critica, pero siempre con el respaldo pecuniario de la administración de cultura rusa, supo ver una oportunidad en su carrera el embarcarse en la tarea de diversificación y explotación del potencial de un cine que venía del encasquetamiento en los cánones de una tradición monolítica y castrante, en cuanto a creatividad y proyección internacional se refiere.

Para algunos, ello es signo de vitalidad y el inicio de una evolución hacia la generación de productos potentes con sello propio; para otros, es la disolución de las esencias culturales patrias en el uniformismo globalista que marca los cánones estilísticos y temáticos, podríamos decir, “occidentales” (con mayor peso específico de lo anglosajón). En el sentido que, si me permiten la metáfora culinaria, independientemente de la original y genuina paella valenciana de carne (a lo que seria toda la legión de profesionales del cine que en su día se largaron de Europa, Rusia…, y que marcaron las pautas del sistema de producción y arte cinematográfico en los USA), Podgaevskiy se suma a la ingente masa de variedades y sucedáneos (a lo que llaman paella de marisco, por ejemplo), creando él su “paella” propia, con ingredientes autóctonos (como los del anuncio de la San Miguel, que hacían el arroz con carne de avestruz), de modo que se le critique la falta de valentía de elaborar su recetario propio, como el italiano lo haría con el “risotto” o el indio con el “chicken tikka massala” o el japonés con el “sushi”.

Y mal les pique a los fundamentalistas de la originalidad y “lo nuevo”, todos estos son platos de arroz… y usar la base (el “cliché”, como tantos nombran despectivamente), no es incompatible con el recurso de la creatividad.

¿Llegará algún día este cineasta, u otros compatriotas suyos, al estadio de completa y definitiva “consagración” de lo que se podría denominar “terror ruso”? Pues como diría mi amigo Tarzán: “Mi no saber”. Podgaevskiy ha tomado una clara línea de mimética de esos cánones globales que hemos mencionado, básicamente en lo técnico y lo que respecta al concepto de “script”, pero añadiendo un considerable espectro de elementos folklóricos de sus propias raíces socio-culturales.

El cine, sea ruso, europeo, yankee, japonés… tiene tres formas de abrirse paso: como obra de arte, como objeto de entretenimiento, así como (y sobretodo, porque los mortadelos están en la base de todo) producto comercial, fabricado por una industria, que espera de él obtener sus beneficios. Sólo para empezar con los paganos, es obvio que lo que dará más pasta (y de paso otros réditos sociales, políticos y económicos) es centrarse en el ocio y lo que tiene que ser vendido. Por eso, que la sobreabundancia, hasta lo descarado y aburrido, de aplicación de criterios publicistas y especulativos, para atraer al máximo número posible de consumidores potenciales, llega a eclipsar lo auténtico y legítimo de una producción como esta.

Para poder acceder, tanto a un mercado local invadido de “especies” foráneas, como a los mercados de donde proceden dichas “especies” que en su momento ya bombardearon a la “población diana” rusa con sus productos, Podgaevskiy decide diluir las aspiraciones más puramente artísticas a las que puede optar, en el mar de las exigencias canónicas del consumo en el sector del entretenimiento. Al servicio de las facciones más palomiteras, y para rasgadura de vestidos de los gafapastas y los académicos estirados.

Sin embargo, y quizás la más de todas las realizadas hasta la fecha por Podgaevskiy, “Nevesta” (2017) se resiste a ser simplemente un artículo más de la gran concurrencia de espectadores comechurros, y aporta (no sólo como residuo nostálgico), un estilo continuador de la corriente gótica; el toque de romanticismo rural en el que lo terrorífico se genera ya no tanto de sustos baratos, ectoplasmas hechos de FX barato y señoras con negras greñas de mocho caminando como artrópodos deformes (que de eso también hay…);
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19 de 23 usuarios han encontrado esta crítica útil
3
Divórciate del sentido común
He visto la película por recomendación de una amiga, aunque las críticas no parecían muy buenas, pero en fin, como no deja de ser algo subjetivo, pues probé suerte. Y en fin, digna de ser emitida en la tele un sábado por la tarde o algo así.

No es que sea mala, pudiera ser entretenida, aunque no conseguí verla doblada al castellano y reconozco que el audio latino no me entusiasma, ya que me provoca la sensación de que todos los personajes hablen igual, aplanando las interpretaciones, aunque eso ya es cuestión de gustos supongo.

Pero me puede, y mucho, el hecho de que se dan una serie de situaciones y comportamientos que no me parecen nada creíbles, que rallan en lo absurdo o estúpido, todo con tal de que los acontecimientos se sucedan como pretende el director y siga habiendo trama, dejando a un lado interesadamente el sentido común y la tecnología actual.
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11 de 15 usuarios han encontrado esta crítica útil
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