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Un mono en invierno (1962)

Un mono en invierno
105 min.
6.5
119
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Sinopsis
Después de la guerra, Albert Quentin (Jean Gabin) es un hombre asentado y dedicado junto a su esposa Suzanne (Suzanne Flon), a atender a los huéspedes de su hotel, pero, cuando "para pasar unos días", llega el joven Gabriel Fouquet (Jean-Paul Belmondo), los ímpetus de los años mozos, van a aflorar de nuevo en aquel viejo que aún aspira a darle sentido a su días. (FILMAFFINITY)
Género
Comedia Drama
Dirección
Reparto
Año / País:
/ Francia Francia
Título original:
Un singe en hiver
Duración
105 min.
Guion
Música
Fotografía
Compañías
Links
9
“Quizás sea un sueño que se sumerge en el mar”
Han pasado 15 años desde la guerra, y ahora, Albert Quentin ha dejado de beber, y junto a su esposa Suzanne, se ha dedicado tan sólo a cumplir con sus labores en el hotel de su propiedad. El que fuera su gran amigo, Esnault, ahora es casi su rival y regenta un salón de juegos al otro lado de la calle, y ahora, Tigreville luce más como Rutinaville, porque ya no ocurre nada que alegre un poco la vida y hasta el burdel pareciera olvidado por todos… pero, un día cualquiera, un nuevo inquilino llega al hotel. Se llama Gabriel Fouquet, y aunque es de origen francés, añora a España y él mismo se siente bailarín y matador a la española. Quentin, por su parte, sigue añorando a China y sus aventuras en el Yang-tze, y pronto, el viejo verá en Gabriel a ese hijo que nunca tuvo y con él sentirá que la aventura y la juventud regresan -aunque sea momentáneamente-, a su rutinaria vida.

“Me recuerdas a uno de esos monos perdidos que se encuentran en oriente cuando llega el primer frío”, le dirá en algún momento Albert, a su inquilino y nuevo amigo, y ésta metáfora comenzará a explicar el título, “Un Singe en Hiver” (Un mono en invierno) (1959) que, el escritor Antoine Blondin (1922-1991), diera a la novela que, François Boyer y Michel Audiard, adaptaran para el filme. También, un halo de bella poesía envolverá la historia, porque, con suma eficacia, diálogos bien cuidados e imágenes muy sutiles, la nostalgia por la juventud perdida y también por la paternidad denegada -que vale para ambos protagonistas-, estarán en primer plano.

Los primeros minutos, nos harán presentir un filme de guerra y Verneuil se lucirá con llamativos insertos documentales y una puesta en escena muy bien complementada… más luego, la guerra va a ser interior, y un cúmulo de guardadas emociones y reprimidos anhelos van a salir a flote, hasta que, quizás, llegue un poco de luz y la gente de Tigreville tenga por fin algo nuevo que contar. “Quizás sea un sueño que se sumerge en el mar” –como dijera Albert muy sensiblemente-, pero, cada minuto que se viva con alegría y plenitud, es un espacio de tiempo ganado para siempre y nada ni nadie puede arrebatárnoslo.

En “UN MONO EN INVIERNO”, Verneuil reúne, por primera y única vez, a los que serían sus dos actores favoritos: Jean Gabin y Jean-Paul Belmondo, y la empatía entre ellos aumentará, sustancialmente, el valor de un filme que ha sido hecho para dar cabida a una lectura profunda y para dejar huella, especialmente en los corazones de los más mayorcitos.

Mientras se tenga aliento, se puede volver a recuperar la alegría; podemos volver a reír y a sentirnos juguetones; e incluso, podemos intentar recuperar a aquel o aquellos seres a los que aún amamos y por alguna necedad perdimos. Cada minuto ganado para el amor y la armonía, cada instante recuperado para el bienestar y la felicidad, aumentará el significado de nuestra existencia… y cuando llegue, por fin, el último invierno de nuestras vidas, vamos a ser capaces de bendecirlo exhalando una sonrisa de agradecimiento.
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6 de 6 usuarios han encontrado esta crítica útil
8
Sabores de antaño.
Un film curioso. Bien rodado con unas bellas imágenes de un pueblo de Normandía. Un guión original con un toque surrealista donde muestra personajes con un toque de locura fuera del mundo convencional y que utilizan el alcohol como via de acceso a un mundo imaginario mas allá de sus frustraciones. Aunque hoy casi irreconocible es un cine dentro de claves del cine y teatro francés, como el de Giradoux. Pero sobre todo es el encuentro de dos "monstruos" del cine francés uno al final de su carrera, aunque todavía hara´bastantes films y otro, Belmondo, que ya es el nuevo "Gabin" de Francia. Un film hecho a su medida y para su lucimiento. Un mano a mano que deja huella. Una Suzanne Flon encantadora y unos secundarios a la medida del proyecto. Emociona el verla despues de mas de cincuenta años, y quizás, como algunos vinos, ha ganado con el tiempo.
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4 de 4 usuarios han encontrado esta crítica útil
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