El perdón de la sangre (2011)

Entretenido drama que a través de una historia basada en los rígidos usos y costumbres de una comunidad crea una trama de poca estridencia pero con mucha tensión, expectativa y buena dosis de emotividad implícita. Al inicio se desenvuelve planteando el contexto social y la condición de los personajes, luego un conflicto da un giro al relato y aunque a partir de ese momento evoluciona muy poco, la atención se sostiene gracias a las emociones que se transmiten de forma silenciosa por medio de actuaciones muy naturales, sin momentos grandiosos pero efectivas y generan identificación. El final es contundente y se da en el mismo tono que el resto de la película. Visualmente no es destacable pero técnicamente está bien realizada. En general una obra original e interesante que vale mucho la pena.

En principio, voy a reconocer que como descendiente de albaneses en la tercera generación por vía materna, quería ver este filme para desentrañar las costumbres de un pueblo sufrido.
Me encontré, como ya ha dicho alguna de las críticas, con una película extraña, lenta, pero que no puede dejar de atenderse hasta el final a la espera de algo conmovedor.
Pero aunque esta esperanza no se cumpla, significó para mí la vuelta al antiguo cine europeo, el de los años 60´, cuando la tecnificación y los medios de comunicación no habían conectado al mundo.
Es rara, recién me entero que fue regida por el mismo director de "María, llena eres de gracia", potente exposición del cine independiente.
No creo que Marston (lo voy a tener en cuenta porque algún día quizás descolle comercialmente) pierda el ritmo durante el desarrollo. El ambiente rural de una localidad perdida en el mapa, con una sofocante mezcla de primitivismo, leyes basadas en la costumbre y pizcas de desarrollo moderno en medio del atraso, componen una historia más que atrayente. Buenas actuaciones, supongo que en su mayoría debutantes, sobretodo los más jóvenes, y actores desconocidos para todo el circuito del negocio del cine, sostienen un guión singular. Los que la quieran ver, deben dejar en la puerta del cine los prejuicios de nuestros gustos deformados como consecuencia de los estilos impuestos por el negocio cinematográfico mundial. Abramos la mente y recibamos las historias que protagonizan otros contemporáneos en los sitios más silenciosos del planeta. El cine es así, universal, y nos une espiritualmente con historias referentes, nada más y nada menos, que a otros seres humanos en la lejanía.