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A Place to Go (1963)

Sinopsis
Algo empieza a cambiar en los suburbios de Bethnal Green, en el East End londinense. Los barrios marginales están dando lugar a nuevas construcciones de edificios de gran altura, que parecen conceder cierta esperanza para sus futuros moradores. La familia Flint sueña con abandonar la zona de los muelles. Tan solo uno de los hijos, Ricky, parece ser consciente de las escasas oportunidades que tienen de conseguir alcanzar sus sueños. Al tiempo que empieza una relación con una chica, Ricky acepta participar en el robo de la fábrica de cigarrillos en la que trabaja; lo que traerá grandes complicaciones a toda la familia. (FILMAFFINITY)
Género
Drama Crimen
Dirección
Reparto
Año / País:
/ Reino Unido Reino Unido
Título original:
A Place to Go
Duración
86 min.
Guion
Música
Fotografía
Compañías
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5
Un sabor a miel (soso)
Dearden fue uno de esos incombustibles, multivalentes y desiguales cineastas en cuya carrera cinematográfica descuellan, para mí, dos títulos cimeros Nowhere to go (1958) y Víctima (1961), también se acercó con buen pulso al negro británico, además de componer uno de los mejores relatos del psicoterror cinéfilo, El muñeco del ventrílocuo (1945).

En A place to go se apunta, y desconozco si fue por encargo, al Free Cinema, corriente temática que adoptó la dramaturgia del “drama de fregadero (kitchen sink realism) al cine ilustrando las vicisitudes miserables de la unfashionable low class británica, un movimiento que, si bien generó títulos memorables, en el caso de Dearden incurre en el desatino.

No sabemos si Dearden se encontró una joya y la pifió o, por el contrario, le encargaron un sancocho que levantó a duras penas. Lo cierto es que la novela de Michael Fisher en la que se basa el argumento es más negra y marginal y con unos personajes de perfiles más acerados que los de la adaptación fílmica.

El principal reproche es que si bien el Free Cinema trata con desenfado, en forma y fondo, temas agrios y comprometidos rehúye la comedia y por el contrario escenifica en segundo plano un sabor amargo que el espectador descubre aunque esté esbozando una sonrisa. Así no es infrecuente que aunque se insinué el humor de la picaresca y el burlón sarcasmo de los perdedores el resabio amargo sirva de caldo donde se cuece la crítica social que abandera esta corriente.

Asistimos pues a un desfile de peripecias domésticas que desde una perspectiva dramática revestirían cierta gravedad pero que aquí son tratadas livianamente, incluso con aire de comedia, lo que produce cierto distanciamiento con los personajes que se perciben algo desprovistos de convicción.

Discreta en su conjunto y prescindible en relación con otros títulos más logrados y representativos de este movimiento.
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