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Noches de Cabiria (1957)

Noches de Cabiria
110 min.
8.2
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Sinopsis
Cabiria es una prostituta que ejerce como tal en uno de los barrios más pobres de Roma. Sueña, sin embargo, con encontrar el amor verdadero, un hombre que la aparte de la calle y a quien pueda entregarse en cuerpo y alma. Su bondad y su ingenuidad la convierten en víctima propicia de sucesivos vividores que se aprovechan de ella, le roban y la golpean. A pesar de sus fracasos, recobra la esperanza una y otra vez. (FILMAFFINITY)
Género
Drama Prostitución Neorrealismo
Dirección
Reparto
Año / País:
/ Italia Italia
Título original:
Le notti di Cabiria
Duración
110 min.
Guion
Música
Fotografía
Compañías
Links
Premios
1957: Oscar: Mejor película de habla no inglesa
1957: Festival de Cannes: Mejor actriz (Masina), Premio OCIC (Mención especial)
1957: Festival de San Sebastián: Mejor actriz (Giulietta Masina)
1958: Premios BAFTA: Nominada a mejor película y actriz extranjera (Masina)
1956: Premios David di Donatello: Mejor director y mejor producción (ex aequo)
"La infinita capacidad poética del cine es puesta en imágenes por el maestro Fellini en una obra inmortal. Imprescindible"
[Diario El País]
8
8
Positiva
0
Neutra
0
Negativa
8
El ave fénix
Las noches de Cabiria no son las noches que se espera de una prostituta. Tres noches y tres fábulas, a cual más sorprendente: la improbable velada con un actor famoso; la visita a los infiernos con el buen samaritano (aquí la noche desemboca en el amanecer); y el espectáculo de magia e hipnotismo en un local llamado Lux –antesala de un idilio novelero.

Tres noches y tres hombres. El primero es la frivolidad, el lujo hortera y las burbujas; el segundo es todo compasión (comparte sin buscar publicidad ni reconocimiento, consciente de que sus acciones no son más que una gotita de piedad en un caudal inmenso de pobreza); y el tercero es la promesa de felicidad.

Podría hablar del tratamiento de lo religioso en la película: ritos, almas, procesiones, ironías. O de los excelentes personajes secundarios: la prostituta revirada, el tío lisiado, el fraile Giovanni, la amiga Wanda... O del uso fértil del lenguaje callejero. Podría detenerme en los detalles: el paraguas de Cabiria, su chaqueta mugrienta, la vela que se apaga, la presencia material de los billetes… O en el tono de tragicomedia, tan logrado. Esos aspectos se disfrutan sin necesidad de ponderarlos a priori.

El italiano retrata la prostitución sin enseñarnos el acto sexual. Lo más cerca que estamos de ver a Cabiria faenando es cuando sube en un camión con un cliente. Pero Fellini corta y aparece la protagonista abandonada en medio de ninguna parte. El buen samaritano la recoge. Más adelante, Cabiria vislumbra su futuro al encontrarse con una prostituta avejentada, que vive en la miseria.

No desvelaré los pormenores de la trama ni diré cuál es el desenlace. Pero esta cinta se degusta más a la segunda, conociendo previamente la última secuencia, una secuencia deslumbrante que desnuda el alma de Cabiria. Verla con ella en mente multiplica efectos, alegrías, tristezas, desengaños. Amplifica sufrimientos y sonrisas. Como si la piedra final le diera nueva luz al edificio.

Cuando todo parecía listo para una conclusión convencional y pulcra, Fellini se la juega con una serie de planos en que muestra al ave fénix, el pájaro de ensueño que renace de entre sus cenizas. En ese punto, la ilusión del cine llega al corazón.
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133 de 144 usuarios han encontrado esta crítica útil
10
Las chicas del arrabal
No sé qué tienen algunos directores italianos, que van y me plantan delante algunas de las más inconmensurables maravillas que sólo unos cuantos tocados por la gracia son capaces de ofrecer.
Fellini, tan admirado como vilipendiado, supo escribir en las páginas de lo sublime con letras de oro, con ese pulso de lo que trasciende las fronteras de lo simplemente extraordinario para remontarse hacia lo que va más allá de todo lo hermoso que el ser humano pueda crear.
Algo tan inmenso me ha transmitido este drama, que nunca tendré palabras suficientes para hacerle honor. Personalmente, encumbro a Giuletta Masina en la que es una de las más sobrecogedoras interpretaciones femeninas desde que la primera actriz de cine actuó en una película, hace más de un siglo. No son muchas las actrices que han logrado sobrepasar todo lo imaginable en mi escala de emociones, pero sin duda, Masina se ha ganado, con pleno mérito, uno de los puestos más elevados. Fellini, al que sólo por una película como ésta califico como un verdadero gigante del séptimo arte, mostró su gran genio no sólo para dirigir, sino para elegir a los actores idóneos, y su buena mano para guiarlos a través de unas interpretaciones que en alguna ocasión dieron lo mejor y más insuperable. Segura estoy de que el mismo Fellini se extasió ante las dotes de Masina, y le dio alas para fundirse con su papel de un modo en que pocas veces se ve. No conozco las circunstancias del rodaje de "Las noches de Cabiria", pero estoy convencida de que el insigne genio italiano cifró en ella muchas esperanzas y su gran creatividad. Giulietta Masina, su esposa en la vida real y su único gran amor, rindió a su más ferviente admirador, quien permanecería a su lado para siempre.
No me cabe duda de que Fellini era un hombre agraciado con una sensibilidad más allá de lo corriente, porque de lo contrario, no habría sido capaz de regalarme algo tan bello.
Cuando él murió, Masina le siguió al poco tiempo. Tanto le amaba, que no pudo soportar seguir viviendo sin él a su lado. Y creo que comprendo la razón.
"Las noches de Cabiria" es una genuina obra de arte en la que lo penoso va de la mano con un lirismo desgarrador. Cabiria es una chica de los arrabales de Roma, como tantas otras que se prostituyen para sobrevivir. Desde el principio, ella nos roba el corazón porque derrama una luz que nada puede apagar. Vapuleada, llevada de un lado a otro, engañada y abandonada como un perro, ella es la prueba viviente de la dureza de esta vida intoxicada y corrompida. Dan ganas de gritar contra tanta maldad. Y ahí está ella que, de alguna manera, representa la esperanza en sí misma. Porque ese corazón tan grande que tiene, tan pisoteado, nos devuelve la certeza de que todavía quedan cosas buenas en esta cruel existencia.
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