Trailer (INGLÉS)
- Sinopsis
- Drama de época que adapta la célebre novela homónima de Dostoievski, en la que se analizan los problemas de una familia rusa del siglo XIX. (FILMAFFINITY)
- Género
- Drama Drama de época Siglo XIX Familia
- Dirección
- Reparto
- Año / País:
- 1958 / Estados Unidos
- Título original:
- The Brothers Karamazov
- Duración
- 146 min.
- Guion
- Música
Premios
"Brooks contó con muchos medios para rodar esta respetuosa adaptación del clásico de Dostoievski (...). Excelente recreación de época. Todo un clásico"
Fernando Morales
[Diario El País]
5
3
Positiva
0
Neutra
2
Negativa
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Remar para morir en la orilla.
10 de junio de 2009
Hay novelas que son prácticamente imposibles llevarlas al cine, si tuviera que hacer una lista de ellas, señalaría sin duda “Los hermanos Karamazov” de Fedor Dostoievski. Ya no es una cuestión de la trama, complejísima, es simplemente un tema cuantitativo. Se necesitaría muchos metros de cinta. Richard Brooks lo liquida en menos de dos horas y media. Misión imposible. No he visto la versión soviética, que está por encima de las cuatro horas, pero seguro que es más consecuente con el libro.
Lo ideal sería una miniserie de cinco, seis, siete horas... para poder realmente ser fiel a una novela en que cada capítulo no está para adornar sino que tiene un sentido y una finalidad en el conjunto vital de la obra.
Y no creo que se hubiera podido hacer excesivamente mejor, porque si me preguntasen quien podía realizar ese milagro hubiese dicho Richard Brooks, pero no lo consigue.
Entrando en detalles habría que cuestionar a una parte sustancial del reparto, incluyendo papeles vitales, como algunos de los hermanos Karamazov que no están muy allá. Por supuesto no me refiero a Yul Brynner, que está sensacional.
Otro pero es que me parece quizás en demasiadas ocasiones la película muy superflua, y no debería ser así porque el material del que parte no lo es. No todo es nadar, hay que saber bucear a veces, y en esta película a Brooks parece que le cuesta meterse debajo del agua y prefiere los bailes regionales o los actos más folclóricos de la vida lugareña al análisis psicológico y social de una época.
Seguimos en spoiler.
Lo ideal sería una miniserie de cinco, seis, siete horas... para poder realmente ser fiel a una novela en que cada capítulo no está para adornar sino que tiene un sentido y una finalidad en el conjunto vital de la obra.
Y no creo que se hubiera podido hacer excesivamente mejor, porque si me preguntasen quien podía realizar ese milagro hubiese dicho Richard Brooks, pero no lo consigue.
Entrando en detalles habría que cuestionar a una parte sustancial del reparto, incluyendo papeles vitales, como algunos de los hermanos Karamazov que no están muy allá. Por supuesto no me refiero a Yul Brynner, que está sensacional.
Otro pero es que me parece quizás en demasiadas ocasiones la película muy superflua, y no debería ser así porque el material del que parte no lo es. No todo es nadar, hay que saber bucear a veces, y en esta película a Brooks parece que le cuesta meterse debajo del agua y prefiere los bailes regionales o los actos más folclóricos de la vida lugareña al análisis psicológico y social de una época.
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33 de 37 usuarios han encontrado esta crítica útil
Cuestión de precio
16 de octubre de 2010
“Los hermanos Karamazov” es una obra dostoyevskiana de rabiosa actualidad y atemporalidad, como lo suelen ser las obras de los grandes. Sabe hablar con un lenguaje que, más allá de los matices de idioma y cultura, llega al fondo humano trascendiendo lo circunstancial, lo transitorio.
Una familia desestructurada y desarbolada, cuestionando y poniendo a prueba el principal núcleo social, el de las personas unidas por lazos de sangre. Miremos a nuestro alrededor, o no tan lejos, miremos dentro de nuestra propia casa; parejas y matrimonios desgraciados y rotos, hijos lastimados, hermanos peleados… Hogares discordantes que no son ningún remanso de paz. Buitres acechando el momento de lanzarse a por la carroña, de despedazar a sus parientes más cercanos. Un nido de víboras en el que todas muestran los colmillos y vigilan a sus progenitoras y hermanas para evitar la rencorosa dentellada por la espalda. Y, si hay herencia cuantiosa de por medio y el patriarca no se ha ganado el afecto de sus descendientes… El afán de rapiña se respirará.
Por otro lado, algunas de las grandes dudas existenciales del escritor sobre la religión y el ateísmo, sobre la moral y la amoralidad, sobre el bien y el mal, se personifican en el viejo Fiodor Karamazov y sus cuatro vástagos, Dimitri, Iván, Alexei y Pavel. El anciano hedonista y nihilista, descreído y cínico, vividor y derrochador, lujurioso y disipado, no ha sido un padre ejemplar. Muy rico, ha apurado su juventud y madurez con absoluto descoco y egoísmo, desentendiéndose de sus tres hijos legítimos y de uno ilegítimo. Enterró a dos esposas y dejó a los niños al cuidado de compadecidas tías o de bondadosos sirvientes.
Cada uno de los hijos ha tomado un derrotero diametralmente diferente. Son tan dispares entre sí como puedan serlo las personas entre ellas. Dimitri es el más semejante al padre en sus costumbres, aunque alberga una secreta cualidad de nobleza de espíritu carente en Fiodor. Iván es refinado y cultiva una filosofía de la negación como escudo contra las cosas que lo hieren. Alimenta un feroz resentimiento. El menor, Alexei, ha desarrollado vocación religiosa. Su fe es inalterable y experimenta una profunda compasión hacia las flaquezas humanas, las cuales no juzga, y tiende a ofrecer su auxilio y mediar en los conflictos. Respecto al probable hijo bastardo, Pavel Smerdiakov, su puesto de relegado sirviente, enfermo de epilepsia, lo deja en un puesto lastimoso que ha moldeado una ladina personalidad.
Dentro de esta familia tan problemática, Dostoyevski asentó un retrato muy vivo y contemporáneo, descarnado y crudo, sobre las difíciles relaciones de parentesco cuando el amor no ha sido el móvil principal o se ha perdido casi completamente en algún recodo.
Y, como no podía ser de otra manera, hay mucho más. La codicia es uno de los pilares de este mundo de cuervos. Muchos se venden por el timbre del oro. Cuando éste suena, hay escasas virtudes que queden a salvo.
Una familia desestructurada y desarbolada, cuestionando y poniendo a prueba el principal núcleo social, el de las personas unidas por lazos de sangre. Miremos a nuestro alrededor, o no tan lejos, miremos dentro de nuestra propia casa; parejas y matrimonios desgraciados y rotos, hijos lastimados, hermanos peleados… Hogares discordantes que no son ningún remanso de paz. Buitres acechando el momento de lanzarse a por la carroña, de despedazar a sus parientes más cercanos. Un nido de víboras en el que todas muestran los colmillos y vigilan a sus progenitoras y hermanas para evitar la rencorosa dentellada por la espalda. Y, si hay herencia cuantiosa de por medio y el patriarca no se ha ganado el afecto de sus descendientes… El afán de rapiña se respirará.
Por otro lado, algunas de las grandes dudas existenciales del escritor sobre la religión y el ateísmo, sobre la moral y la amoralidad, sobre el bien y el mal, se personifican en el viejo Fiodor Karamazov y sus cuatro vástagos, Dimitri, Iván, Alexei y Pavel. El anciano hedonista y nihilista, descreído y cínico, vividor y derrochador, lujurioso y disipado, no ha sido un padre ejemplar. Muy rico, ha apurado su juventud y madurez con absoluto descoco y egoísmo, desentendiéndose de sus tres hijos legítimos y de uno ilegítimo. Enterró a dos esposas y dejó a los niños al cuidado de compadecidas tías o de bondadosos sirvientes.
Cada uno de los hijos ha tomado un derrotero diametralmente diferente. Son tan dispares entre sí como puedan serlo las personas entre ellas. Dimitri es el más semejante al padre en sus costumbres, aunque alberga una secreta cualidad de nobleza de espíritu carente en Fiodor. Iván es refinado y cultiva una filosofía de la negación como escudo contra las cosas que lo hieren. Alimenta un feroz resentimiento. El menor, Alexei, ha desarrollado vocación religiosa. Su fe es inalterable y experimenta una profunda compasión hacia las flaquezas humanas, las cuales no juzga, y tiende a ofrecer su auxilio y mediar en los conflictos. Respecto al probable hijo bastardo, Pavel Smerdiakov, su puesto de relegado sirviente, enfermo de epilepsia, lo deja en un puesto lastimoso que ha moldeado una ladina personalidad.
Dentro de esta familia tan problemática, Dostoyevski asentó un retrato muy vivo y contemporáneo, descarnado y crudo, sobre las difíciles relaciones de parentesco cuando el amor no ha sido el móvil principal o se ha perdido casi completamente en algún recodo.
Y, como no podía ser de otra manera, hay mucho más. La codicia es uno de los pilares de este mundo de cuervos. Muchos se venden por el timbre del oro. Cuando éste suena, hay escasas virtudes que queden a salvo.
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27 de 29 usuarios han encontrado esta crítica útil
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