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La corona vacía: Enrique IV, Parte 1 (TV) (2012)

La corona vacía: Enrique IV, Parte 1 (TV)
115 min.
7.1
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Trailer (INGLÉS)
Sinopsis
Primera parte de la adaptación televisiva de la obra de Shakespare dentro del ciclo de la BBC. El príncipe de Gales y heredero al trono desafía a su padre, el rey Enrique, pasando el tiempo en tabernas y burdeles en compañía del disoluto Falstaff y su banda. Pero cuando una sedición de nobles se pone en marcha y el mayor rival del príncipe encabeza la rebelión, el joven se une a su padre para combatir en la batalla de Shrewsbury. (FILMAFFINITY)
Género
Drama Histórico Biográfico Edad Media Siglo XV Episodio de TV
Dirección
Reparto
Año / País:
/ Reino Unido Reino Unido
Título original:
The Hollow Crown: Henry IV, Part 1
Duración
115 min.
Guion
Música
Fotografía
Compañías
Coproducción Reino Unido-Estados Unidos;
Grupos
La corona vacía Shakespeare: Enrique IV
Premios
2012: Premios BAFTA: Mejor música para televisión
2013: Sindicato de Actores (SAG): Nom. a Mejor actor miniserie/película TV (Irons)
7
Honrar las fuentes
Estupenda adaptación de las dos partes del “Enrique IV” de Shakespeare, que abunda en las desacostumbradas bondades de su predecesora, la dedicada a “Ricardo II”.
En primer lugar, la rigurosa ambientación. Conviene recordar que el Bardo dedicó buena parte de su producción al drama histórico, subgénero en el que encuadrar esta obra y no en el de las performances dadaístas con que ciertos escenógrafos gustan dárselas de rompedores. Ayuda sobremanera una dotación presupuestaria más generosa que en “Ricardo II”, plasmada en la espectacular reconstrucción de la batalla de Shrewsbury. Si bien parlamentos y pentámetros vienen algo aligerados, la fidelidad al original sigue siendo encomiable. A ojo de buen cubero, diría que el texto shakespereano integra el 80% del guion.
Otro rasgo que se mantiene —por suerte— inalterado respecto a la notable primera entrega es la convivencia en su reparto de veteranos laureados y jóvenes prometedores. Aquí encontramos a un Jeremy Irons excelente en la cuarteadísima piel del anciano monarca —en rigor, Enrique IV murió a los 45, cosas de la esperanza de vida—. Le da réplica Tom Hiddleston como su hijo el príncipe Hal, a la postre coronado como Enrique V. Pese a no ser santo de mi devoción, precisamente; reconozco que su trabajo, algo dubitativo al principio, se va asentando conforme avanza la obra y el personaje gana en madurez.
En cualquier caso, el alma de la fiesta radica en el John Falstaff encarnado por Simon Russell Beale, no en vano actor de la Royal Shakespeare Company. Aun careciendo de la presencia abrumadora del Orson Welles de “Campanadas a medianoche” (“Falstaff – Chimes at Midnight”, 1965), logra transmitir con doliente solvencia todos y cada uno de los claroscuros del antihéroe: pícaro, bufón, borrachín, glotón y, sobre todo, “humano, demasiado humano”.
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1 de 1 usuarios han encontrado esta crítica útil
7
Falstaff.
387/31(31/11/22) Buena versión de la homónima obra de William Shakespeare, obra histórica, se cree fue escrita a más tardar en 1597. La obra dramatiza parte del reinado del rey Enrique IV de Inglaterra, comenzando con la batalla en Homildon Hill a fines de 1402 y terminando con la victoria del rey Enrique en la batalla de Shrewsbury a mediados de 1403. En paralelo al conflicto político entre el rey Enrique y una facción rebelde de nobles, la obra describe las escapadas del hijo del rey Enrique, el príncipe Hal (futuro rey Enrique V), y su eventual regreso a la corte y al favor. Enrique IV, Parte 1 es la primera de las dos obras de Shakespeare que tratan sobre el reinado de Enrique IV (la otra es Enrique IV, Parte 2), y la segunda obra de Henriad, una designación moderna para la tetralogía de obras que tratan sobre los sucesivos reinados de Ricardo II, Enrique IV y Enrique V. Este film es el segundo episodio de la serie británica de las cadenas BBC Two y PBS “The Hollow Crown” (Henriad). En este caso cuenta nada menos que con la producción de Sam Mendes, estando en la dirección y guion Richard Eyre, tenido como gran reclamo al carismático Jeremy Irons como el titular Henry IV y a un enérgico Tom Hiddleston como su hijo el príncipe Hal, a la postre coronado como Enrique V. Pero sobre todo tenemos a un grandioso Simon Russell Beale como el mítico Falstaff (el que ya inmortalizó Orson Welles en su “Campanadas a medianoche”). Junto con la segunda parte es un díptico sobre la travesía de un príncipe juvenil, gamberro, putero, borrachín a un Rey poderoso y majestuoso.

Tenemos una película que se aleja de lo teatral para intentar ser propio de la dinámica de la pantalla, sin estudios, todo lares naturales, con notable trabajo diseño de producción de Donal Woods (“Mi semana con Marilyn” o “Cranford”), con escenarios que transmiten veracidad, feístas, mugrientos, castillos sombríos de piedra, o el campo de batalla final que es un erial. Las escenas de la corte de Enrique IV en el Palacio de Westminster se filmaron en la Catedral de Gloucester. El castillo de Caerphilly en Gales se utilizó tanto para las escenas ambientadas en el castillo de Warkworth como para el encuentro con Glendower. La batalla de Shrewsbury se filmó en un campo cerca de Rickmansworth durante una nevada invernal. Aunque la batalla tuvo lugar en julio, el director Richard Eyre dijo que estaba encantado con el resultado: "La hierba del paisaje inglés tiende a subvertir la violencia de la batalla, por lo que la nieve convirtió el escenario en este mundo monocromático"; Aderezado por la estupenda labor en vestuario de Annie Symons (“Rey Arturo: La leyenda de Excalibur” o “Da Vinci's Demons”), con trajes que transpiran el tiempo y lugar; filtrado por una pastel cinematografía de Ben Smithard (“El Padre”); Una potente producción que tiene su clímax en la batalla final, reconstrucción de la batalla de Shrewsbury, cruda y atávica en su escenario exterior, crudas y atávica en su escenario exterior.

Un desarrollo que se mueve entre la comedia y el drama. Donde seguimos la vida disoluta de un heredero al trono, con sus amistades de baja estofa con las que disfrutan mayormente en la asquerosa taberna Boar's Head en Eastcheap, epitome de esto es el ‘Bigger Than Life’ John Falstaff, esto entrecruzado con las conspiraciones palaciegas que dan con una revuelta contra el Rey, las guerras civiles intestinales inglesas. Y todo ello por supuesto conservando el espíritu (aunque sintetizando la duración) del Bardo de Avon en sus parlamentos, en sus (famosos) pentámetros yámbicos (verso blanco inglés es un tipo de verso de cinco pies de yambo, cada uno de los cuales suele estar compuesto de dos sílabas, una no acentuada y otra acentuada, y una sílaba opcional no acentuada al final [wiki dixit]).

Tenemos la tensa y solemne relación padre-hijo/Rey-Príncipe, un patriarca serio, adusto, y regio, que ve en Hotspur al hijo que querría tener. Realmente este entente se da la mayor parte del minutaje a través de los comentarios del uno y otro, hasta que todo desemboca en el crucial encuentro en la Corte, allí todo da un giro (para mi gusto, demasiado brusco y sin gradualidad alguna, simplemente parece por imperativo del guion). Frente a la relación, que hay entre el Príncipe y Falstaff, basada en las travesuras, en las bromas en reírse el joven de las continuas mentiras y bravuconadas del orondo John. Siendo el ejemplo de esto la jubilosa escena en que Falstaff en la taberna se hace pasar por el rey recibiendo a su hijo, en una parodia delirante donde el obeso hace de los dos, ello ante la entusiasta observancia de un Hal sonriente disfrutando del teatrillo. Esto será claramente la contraparte de la mencionada recepción del rey a su hijo Hal. Todo desembocando en el zenit de esta primera parte de la batalla, con el rey reflejando la muerte cercana por enfermedad, con Henry despertando de su indolente juventud por medio de la guerra y la muerte, reflejado en su duelo contra Hotspur, la testosterona como ejemplo de la hombría y responsabilidad. Con el epílogo de Falstaff y una nueva fanfarronada ante Hal, que termina pasando de él, premonición de lo que está por venir en la segunda parte. Batalla esta final, donde se da la paradoja que Ricardo II lucha contra aquellos que le ayudaron a hacerse a subir al trono, desposeyendo de la corna por la fuerza al anterior rey.
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