El intermediario (1976)

Última entrega de la trilogía de Calcuta, que mantiene las características de sus predecesoras y el mismo talento en la dirección. Esta vez se centrada en el proceso de corrupción de un joven recién graduado y con dificultades para encontrar trabajo que se verá inmerso en el competitivo y feroz mundo de los negocios. Los dilemas morales se convierten en el objetivo principal de Ray y nos los muestra a través de esta evolución casi forzada del protagonista. Pero como en toda la trilogía, la crítica social se muestra como el segundo protagonista del relato, diseccionando problemas como las deficiencias en el sistema educativo, de empleo (presente en las tres películas), las barreras generacionales y sobre todo la corrupción moral. Los resultados son demoledores y posiblemente es la más desesperanzada de la trilogía. Sin embargo es capaz de ir más allá de sus objetivos sociales y morales para adentrarnos en unos retratos humanos magníficamente delineados, desde el protagonista, indudablemente el personaje más elaborado, hasta el magistral personaje del padre, la hermana, el amigo, su novia o el comerciante con el que colabora hacia el final, descritos con una pocas pero precisas pinceladas. En este aspecto el trabajo de Ray vuelve a ser fundamental, realizando un trabajo de puesta en escena y en general en la dirección magistral, prestando atención a los pequeños detalles, dejándonos al descubierto emociones sutiles y creando ambiente opresivos que nos incomodan con tanta fuerza como al personaje. Vuelve a sorprenderme lo bien que sabia utilizar el director la música, el sonido y la fotografía para enriquecer la narración. Aunque menos poética y famosa que la de Apu, esta trilogía de Calcuta es una lección de cine apasionante, comprometida y brillante que merece una reivindicación urgente y que en Jana Aranya consigue una espléndida conclusión a la altura del resto.