The Real Rocky (TV) (2011)

El sangrador de vellón.
¿Qué es mejor para el alma, para el sentir mismo, para los dos ojos de la cara, ver este documental modesto, sandunguero, tal vez mejor disfrutar del combate real que protagonizaron el interfecto o susodicho Chuck Wepner y/contra el inmortal Ali o quizás volver a visitar el clásico humilde del inefable Stallone?
Yo diría que los tres. Cuanto más, mejor. Más siempre es mucho más.
El documental nos habla de un Stallone ladrón, usurpador de vidas, plagiador de miserias, copiadas al natural de las desventuras del bravo gladiador Wepner, y, por otro lado, de la trayectoria azarosa, afanada y picaruela de este tahúr del ring, tan corajudo y arrojado como tosco y gañán, tan digno, pundonoroso y bizarro como un orujo de buena mañana o muy a mediodía.
Stallone se inspiró en el combate real para urdir sus personajes; sus cuitas, caídas y triunfos. Pelea celebrada el 24 de Marzo de 1975 que agota los quince asaltos previstos o de rigor y que acaba ganando, como era de esperar, el gran Muhamad. Combate interesante, entretenido y un rato delirante. Vemos al patán honrado embestir continuamente contra el púgil negro, con más voluntad que acierto, repartiendo indiscrimanods golpes ilegales a la nuca de Ali que juega con el contrincante blanco desde todas las posibilidades imaginables; acurrucado en la cuerda y con la guardia impenetrable; bailando y golpeando; y finalmente masacrando al bendito Chuck. De por medio una caída un tanto chusca de Muhamad cuando nadie se lo esperaba y que no cambió o supuso nada, entre pisotón, resbalón y empujón.
Una añeja reliquia, el combate original, que se disfruta opíparamente.
El documental es pobre y ramplón, con un sentido del humor zumbón que nos salva a todos. La sempiterna historia de un perdedor, de un truhan que, por supuesto, pierde indudablemente contra un ser (muy) superior en el noble arte del reparto/intercambio de mamporros. Ali venía de ganar a Foreman en Kinshasa, Wepner de un poco de todo; matoncillo de tres al cuarto, boxeador ínfimo, grandullón majete y hombre emparejado y respetable también, por qué no.
Se cruzaron los caminos de estos tres hombres en un punto intermedio de sus vidas. Cuando Ali empezaba la decadencia, pero todavía reinaba y Wepner lograba su lugar de máxima altitud y extensión con, al fondo, la mirada ávida del oportunista e inteligente en este caso Stallone.
Los tres forman un triángulo, el mito puro; Ali, su reverso en forma de perdedor sin brillo, jornalero de la nada, Wepner, y el artista vampiro que se nutre de la vida de otros para auparse más alto que nadie en el estrecho margen de la ficción popular, épica y lustrosa, del engaño idealizado, de la mentira demagoga perpetrada golpe a golpe de acierto cinematográfico.
Yo, obviamente, me quedo con todos, con el majete Wepner, con el gran Ali y con el atento Stallone. Pero si tuviera que elegir ahora mismo, si mi vida dependiera de ello, escogería sin dudarlo ni un segundo al deportista supremo en plena acción, a ese cuerpo inteligente moviéndose con deslumbrante precisión y belleza, con un dominio fabuloso de su oficio, capaz de transformar una cruel carnicería abusiva en algo más parecido a una obra de arte sutil y elegante.
He dicho.