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Los muertos no mueren (2019)

Los muertos no mueren
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2019: Festival de Cannes: Sección oficial (película de inauguración)
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Extremities (La humillación)
No es que haya entrado el verano con fuerza, aunque a mí el calor no me sienta bien. Ni que me atosiguen ciertos usuarios, cual buitres carroñeros, plagiándome, bien con el corta y pega habitual o extrayendo frases de mis críticas para insertarlas en diferente orden en sus estúpidos comentarios. A lo mejor es que he de invertir mi tiempo en otras actividades que tengo “aparcadas” y me distancien más de esta. Recuerdo las dos últimas críticas, magníficas, que hizo (hasta la fecha) el usuario Normelvis Bates (“Siempre hay un mañana” y sobre todo la de “Blue Jasmine”) donde se quejaba de un impresentable que le andaba fastidiando, y que por desgracia hizo que optara por no seguir escribiendo.

Prometo que en las circunstancias descritas y en otras más, siempre intento no perder la objetividad y tomármelo todo con la mayor filosofía, pero el haber visto “Los muertos no mueren” lo he recibido como un mazazo, casi como una humillación, de ahí el título del comentario.

Jim Jarmusch, a lo largo de casi cuatro décadas, que se dice pronto, ha ido rodando películas al margen de las modas. Las ha hecho muy buenas, menos buenas, interesantes... ha habido de todo pero siempre dentro de cierta calidad. Ahora con “Los muertos no mueren”, ha errado el tiro más que nunca, y de forma inesperada, ha hecho su primera mierda. Pero no pequeña, qué va, grande, enorme, para ser más exactos. Suena muy duro decir esto, y sin sentir compasión o que te tiemble el pulso, pero al pan pan, y al vino vino. Si “Los muertos no mueren” viniera firmada por un alumno suyo, por un desconocido o un director del montón, las críticas hubieran sido furibundas, pero al venir del mismo Jarmusch como que muchos lo han justificado y han sido condescendientes.

“Los muertos no mueren” podía haber sido una revisión del cine de “zombies”, como por ejemplo fue su incomprendida por muchos la curiosa “Sólo los amantes sobreviven”, que daba su peculiar visión del mundo de los vampiros. No ha sido así. Que Jarmusch haya optado por hacer una película de “zombies” con sus amigos, arropada por una multinacional, era muy lícito y tenía todo el derecho del mundo a hacerla, sobre todo porque los sueldos habrán sido más generosos. Se lo podía haber currado un poco, pero y la dejadez y el egocentrismo han aplastado esta mierda (segunda vez que conscientemente digo la palabra que mejor la define), que no había por donde agarrarla, plagada de supuestos “gags” sin ninguna gracia y que parecía no terminar nunca, porque además daba la impresión no saber cómo salir de un atolladero, que por cierto, era más simple que un tirachinas.

El primer error es su guión: lo que se inicia planteándolo bajo las coordenadas más clásicas del género, como lo hacían muchas de ciencia- ficción de los años cincuenta, se empieza a perder al desviar su línea presentándonos unos personajes carentes de interés y que incluso parecen plagiados del “Fargo” de los Coen, pero sin su retranca, con diálogos estúpidos y aderezados por unos “gags” más manidos y más muertos que los “zombies” que aquí aparecen, incluso se recurren a “salidas” hechas desde hace décadas por Woody Allen o Dusan Makavejev.

El cúmulo de errores prosigue con una dirección nada inspirada e impersonal, que deja cobardemente toda responsabilidad a los amiguitos actores, que están perdidos, que intentan ser graciosos, ya que están marcados sus personajes se supone que en clave de comedia, pero que en algunos momentos, más conscientes que su director, tan solo les hacía falta pedir perdón a cámara. Valga como ejemplo una de sus escenas iniciales, cuando van llegando uno a uno a la única cafetería del pueblo donde ha ocurrido un hecho escabroso, que los va colocando a la entrada, en fila, como si de una obra de teatro “amateur” se tratase. Qué incomodidad y qué vergüenza. Falta gracia y resolución.

Con todo esto, ya nadie puede salvar esto de ser una catástrofe. Su música, mejor la original y no tanto las canciones que la integran, aunque recuerden a otras del género “zombie”, es correcta, como sus maquillajes y simples efectos especiales en la mayoría de las escenas. En el “spoiler” diremos en qué escena los efectos especiales no cumplen.

El extenso reparto se queda a medias. Mientras en algunos casos se tratan de simples y desaprovechados “cameos” como son los casos de Iggy Pop, Carol Kane o Rosie Pérez, otros hacen los arquetipos a los que están acostumbrados, como Steve Buscemi. Larry Fessenden opta por llevar un “look” que tendría que ser denunciado por Jack Nicholson al que remeda de mala manera. Selena Gómez y sus acompañantes no aportan absolutamente nada. Quizás Tilda Swinton parezca la menos encorsetada pero su personaje de Zelda es poco para lo que puede llegar a dar. Tom Waits a su rollo, cumple, sin más, como Danny Glover, y con más desaciertos que aciertos los más protagonistas: Chloë Sevigny, también poco aprovechada, Adam Driver y Bill Murray.

No comparto la opinión de que algunos pretendan comparar “Los muertos no mueren” con otros films de gran reparto, aparentemente “fallidos” como “Mars Attacks!”. Ni siquiera me valdría la comparación con la burrida “Ellas también se deprimen”, de Gus Van Sant. Creo que lo más cercano que se me ocurre, por más molesto que resulte, sería “El oro de Moscú”, de Jesús Bonilla. Si por mí fuera tendríamos una candidata a figurar en los futuros "Razzies" a lo peor del año.

No hay mucho más que decir. Me temo que ni a los que prefieran el cine de autor, ni el comercial y ni siquiera a los incondicionales del género “zombie” les pueda interesar esta patraña, pero si no estoy en lo cierto y la disfrutan pues me alegro, porque eso quiere decir que hay unos espectadores que no deberían quejarse nunca por lo que ven, ya que quedarían satisfechos con cualquier cosa, lo cual debe ser muy reconfortante para cualquier director, responsable o irresponsable.
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108 de 168 usuarios han encontrado esta crítica útil
2
Bochorno apocalíptico
Bochorno, sí; y diría que es la primera vez en mi vida en la que he sentido verdadera vergüenza ajena en el cine.

La combinación Jarmusch + promesa de parodia/reinvención del género + zombis daba para mucho, muchísimo juego; y de entre todas las pesadillas en las que dicho cóctel podía haber salido mal, esta es quizá la peor de todas las posibles. Un despropósito de apocalípticas proporciones.

A lo que juega Jim Jarmusch, o eso le ha parecido entender al que suscribe, es a retratar una sociedad desganada, apática; un mundo en el que hombres y mujeres están tan definidos por el consumo, tan enclaustrados en la rutina, que bien podría decirse que los zombis somos nosotros. Bien. Todo okay. El problema (aparte de que hay una infinidad de películas que han hecho esto mil veces mejor, como "Zombies Party" de Edgar Wright) es que dicho dardo se lanza con tal pereza, con tal falta de acierto, con tan poca puñeterísma gracia en suma, que hacia la mitad del metraje uno ya ha perdido toda esperanza de encontrar algo que poder salvar del film.

En el ¿clímax? de la historia, los personajes de Tom Waits y Tilda Swinton se encargan de recordarnos la crítica a la sociedad de consumo presente en el film. Que sí, la hay. Pero es la crítica más simplona y menos original que se recuerda, y el resto queda sazonado con una serie de gags ridículos y algún que otro momento en el que los personajes rompen el cuarto muro sin gracia, originalidad ni sentido: ("Sé que esto va a acabar mal porque lo pone en el guión", le dice Adam Driver a Bill Murray; un momento que provocó abierta y sonora indignación entre butacas). La trama, queda claro a los pocos minutos que a Jarmusch le importa un pimiento; y hacia el final del metraje, queda claro que a los actores también.

No funciona ni como película de género, ni como parodia del mismo, ni como ejercicio de crítica social, ni como experimento indie, ni como comedia alternativa, ni siquiera como comedia accidental. Me gusta Jarmusch, y por supuesto puedo entender que incluso los mejores directores han errado alguna vez. También diré que la sala de cine en que la vi casi reaccionó como si la película proyectada hubiera sido "The Room" de Tommy Wiseau: lo que vi cuando las luces se encendieron fueron sonrisas, y no precisamente de satisfacción. Las mayores sonrisas, no obstante, diría que fueron las de quienes astutamente se marcharon hacia la mitad; medio bochorno que se perdieron.

El 2, en lugar del 1, se lo lleva por... qué sé yo. Porque la puesta en escena es correcta. Porque los actores brindan minúsculos momentos de lucimiento. Porque algo debe tener llamarse Jim Jarmusch, quien estoy seguro nos ofrecerá cosas mejores en el futuro. El bochorno, eso sí, no nos lo quita de la cabeza ni un zombi a mordiscos.
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59 de 85 usuarios han encontrado esta crítica útil
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