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Castillo de naipes (House of Cards) (Miniserie de TV) (1990)

Castillo de naipes (House of Cards) (Miniserie de TV)
200 min.
7.8
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Sinopsis
Tras la caída de Margaret Thatcher, los que ambicionan su puesto como líder de los conservadores ingleses (tories) se enfrentan entre sí como buitres. Francis Urquhart, es el jefe de organización de los Tories, la persona encargada de dirigir a los parlamentarios para que sigan la línea del partido. Es un personaje poderoso que se mueve entre bambalinas y que ejerce su poder desde la sombra, es el prototipo del inglés de clase alta: educado, tradicionalista y clasista hasta la médula. Para su desgracia, el candidato elegido es un liberal que pone más énfasis del que a él le gustaría en la política social. No sólo eso: es elegido Primer Ministro por una escasa mayoría y pronto resulta evidente que va a ser un líder bienintencionado y popular, pero débil. Además, a la hora de repartir los ministerios, no sólo desoye los consejos de Urquhart, sino que incumple su promesa de darle un ministerio. Desde ese mismo momento, Urquhart planea el acoso y derribo del Primer Ministro, tarea para la que está muy bien dotado, pues posee un ingenio absolutamente pasmoso para la intriga y la doblez. (FILMAFFINITY)
Género
Serie de TV Drama Miniserie de TV Política
Dirección
Reparto
Año / País:
/ Reino Unido Reino Unido
Título original:
House of Cards
Duración
200 min.
Guion
Música
Fotografía
Compañías
Premios
1991: Nominada al Emmy: Mejor guión en miniserie
1990: BAFTA TV: Mejor actor (Richardson). 5 nominaciones, incluyendo mejor serie
8
Maquiavelo en Westminster
Tiene bemoles que la BBC, recordemos que es la televisión pública británica, hiciese esta miniserie en pleno gobierno conservador. Eso es independencia, lo demás son tonterías.

En teoría esta serie va sobre política. Ni caso. Va sobre la Maldad. Pero no sobre esos malos con cara de malos que hacen cosas malas y que nos caen mal, no. El mal si es visible, es un mal menor. Si no seduce, si no cae bien, si no es popular y atractivo, es un diablillo de poca monta.

He sido injusto en el título. Maquiavelo sólo era un malinterpretado filósofo pragmático que ha tenido mala prensa. Y el Mal auténtico la tiene buena. Como sin duda merece Ian Richardson por esta diabólica interpretación.

En una serie o una película podemos hallar personajes malos, muy malos, requetemalos... y luego está Francis Urquarth.
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34 de 38 usuarios han encontrado esta crítica útil
8
Un malvado shakesperiano
Existen infinidad de razones para admirar las creaciones de William Shakespeare, y muchas de ellas indudablemente escapan a mi limitado conocimiento del teatro isabelino, pero si de algo estoy seguro es de que mi admiración por el dramaturgo inglés va indisolublemente ligada a sus malvados. Creo firmemente que nadie, ni en la literatura ni en el cine u otro medio artístico narrativo ha logrado crear una galería tan admirable de personajes consumidos por el odio, la envidia o la ambición, haciendo de ellos el principal vehículo dramático de sus obras.

Esta consideración previa me parece imprescindible a la hora de abordar el comentario acerca de esta excelente miniserie política (que tiene dos secuelas que espero seguir comentando en breve), cuyo acierto fundamental es su personaje principal, un Francis Urquhart que se hubiera encontrado muy a gusto departiendo con un Yago, un Macbeth o un Gloster, a quienes no desmerece en vileza, pero tampoco en inteligencia y atractivo. Resulta antológico el modo en que la serie desarrolla al personaje haciéndonos a los espectadores cómplices de sus manejos e intrigas; el método seguido no podía ser más teatral, pues cuando Urquhart nos habla directamente a través de la cámara no hace sino practicar los clásicos "apartes" del teatro, que frecuentemente revelan los verdaderos pensamientos de quien en público es maestro en ocultarlos. Así, aunque el personaje queda desnudo ante nosotros, que sabemos de su ciega ambición y absoluta falta de escrúpulos, no podemos dejar de admirarlo y de seguirlo, exactamente igual que le sucede a Mattie, la periodista, un personaje que plasma en pantalla lo que experimentamos los espectadores, que no es sino la irresistible seducción que Urquhart provoca.

Ciertamente, el resto de personajes y el contexto argumental (una lucha soterrada por el poder político), nos dibujan un mundo de considerable podredumbre, plagado de intereses, miserias, egos y ambiciones, mundo que resulta metafóricamente subrayado -quizá en exceso- con la interpolación de planos de ratas. Asistimos, por tanto, a la escalada hacia el poder de un hombre especialista en "cuartos traseros", en "golpear con el bastón" y en hacer de las debilidades ajenas su principal fortaleza. En su labor, resulta indescriptible el interesado apoyo de su esposa, una verdadera Lady Macbeth, atenta siempre a reforzar las perversas inclinaciones de su marido, cuando no a sugerirlas directamente.

Un guión espléndido, con diálogos soberbios (salpicados por no pocas citas shakesperianas, de "Macbeth" y "Ricardo III" sobre todo) y un desarrollo de los personajes verdaderamente notable, constituye el principal activo de la serie, junto con las interpretaciones, todas buenas, aunque la de Ian Richardson destaque inevitablemente (también está muy bien Miles Anderson, como Roger O'Neill). La realización es correcta, con buenas localizaciones y magníficos primeros planos y apartes de Urquhart, potenciando el magnetismo que desprende este verdadero malvado shakesperiano, quien habría podido afirmar, con Macbeth, lo siguiente: "estoy resuelto. Todas mis facultades se centran en este solo objeto. Oculte con traidora máscara nuestro semblante, lo que maquina el alma".
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19 de 19 usuarios han encontrado esta crítica útil
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