El gran duelo (1970)

Uno de esos westerns que aparentemente tienen poca enjundia pero que resultan atractivos para los cinéfilos empedernidos de buen cine es “El gran duelo”.

Si durante los primeros 45 minutos todo resulta demasiado convencional y previsible, muy al contrario ocurre en la siguiente media mitad donde nos encontraremos sorpresas de lo más variado e interesante.

Y es que es original el planteamiento de que dos veteranos pistoleros tengan que rivalizar en un duelo a muerte vendiendo entradas para poder seguir adelante a pesar de que en realidad ninguno lo desee. Pero es la sociedad la que mata y no tanto el que empuña un arma.

Muy logradas las escenas de la plaza de toros o esas campanadas del reloj a las cuatro de la tarde en homenaje a Leone.

Tanto Kirk Douglas como Johnny Cash –que va a más según avanzan los minutos- cumplen sobradamente, y destaco la breve aparición de Keith Carradine, que está perfecto de joven pistolero que intenta hacerse un nombre.

Y eso que a pesar de comenzar dentro del western-comedia, nos vamos paulatinamente acercando a ese final desolador –que sorprenderá-, que tanto gustan a su director Lamont Johnson, que queda perfecto, ya que para las concesiones ya tenemos a Walt Disney.

Lamentablemente la película está lastrada por una realización muy cercana a la televisiva, con excesiva estética setentera y con pocos medios económicos que impiden que hablemos de una buena película en su totalidad.

Hora y media que no desentonan cualquier domingo por la tarde.

Nota: 6,3.

El gran duelo es una de esas películas en las que nada de lo que ocurre te va a sorprender porque sabes perfectamente lo que ocurrirá, pero te quedas pegado a la pantalla hasta verla terminar.
Se trata de un duelo, un gran duelo, un duelo entre amigos.
Por un lado tenemos a Kirk Douglas en la piel de Will Tenneray, un pistolero que parece haber encontrado su sitio y formado una familia, pero que en el fondo se ha visto relegado a ser un adorno que admirar.
Por el otro tenemos a Johnny Cash como Abe Cross, y que supone el mayor descubrimiento de este film. El legendario hombre de negro deja una interpretación de gran altura y responde certeramente a Douglas en todo momento, creciéndose conforme avanza la trama.
La dirección de Lamont Johnson es sobria y precisa, pero sin excesos de ningún tipo.
En mitad de la película nos encontramos con la intervención de Keith Carradine, que de duelos sabe un rato, que aparece para aportar mas tensión, hasta que llega el fatal desenlace.