Le llamaban el clan de los seis (1982)

El título de esta película hace referencia al núcleo argumental sobre el que gira esta comedia amable, que bien parece ser dirigida a público joven pero que también puede disfrutarse aunque uno esté entrado en años. Seis gurises (chavales dirían los españoles) hermanos de 15 a 7 años, sobreviven perpetrando pequeñas raterías al servicio de un policía corrupto puesto que, aunque no se explica muy bien cómo, se han convertido en huérfanos.

La mayor de los hermanos es una muchacha que de alguna forma funciona como la figura materna que los mantiene unidos y, especialmente, con el más pequeño a quien contiene y mima amorosamente. Lo interesante es que el guión no olvida que se trata de una adolescente quinceañera que está en pleno despertar sexual, pero no explicita esta condición aunque sí la insinúa.

En uno de sus raídes delictivos se topan con un piloto de carreras (Kenny Rogers) fuera de competición, que se rebusca participando en circuitos menores y de poca importancia por pueblos perdidos en el oeste estadounidense, viajando en una casa rodante y remolcando a su automóvil de competencia. En este sentido, podría decirse que esta es una "road movie", sin embargo lo interesante es la interacción con los chiquilines que lo harán cambiar de perspectiva. El protagonista es un tipo a quien particularmente no le gustan para nada los niños y su encontronazo con una fauna de desfachatados que lo desafían, lo provocan y finalmente le atraviesan la caparazón de dureza que aparenta haciendo que afloren sus sentimientos.

No se encontrará aquí una alegoría del desamor, el abandono y el reencuentro feliz, pero puede disfrutarse todo el rollo con una sonrisa permanente en todo el visionado. A quienes les resulte atractivas las competencias automovilísticas encontrarán varias escenas de carreras, aunque cuentan con una puesta en escena muy ingenua que en lugar de apostar exclusivamente al ruido de los motores y a la velocidad de los vehículos, utiliza la voz en off de un relator de la TV y la radio que explica todo lo que las imágenes están mostrando. Hay momentos en que uno desearía que sufriera un infarto y se callara definitivamente la boca, pero así son las cosas. Recurso muy utilizado en esa época (se rodó en 1982) en lo que parece haber sido un filme destinado a la TV.

Cuenta con una banda sonora en la que se pueden disfrutar algunos clásicos del folk, algunos cantados por el propio Kenny Rogers, y las actuaciones son correctas, especialmente la de los niños que indudablemente fueron utilizados para una fácil empatía del público.

¿Cómo calificar numéricamente producciones como esta? Si me remitiera exclusivamente a los valores cinematográficos la dejaría muy abajo, pero opto por los agradables y divertidos minutos que pasé al verla. Creo que vale la pena verla.