El pirata (1948)

Minnelli a sus anchas en la escenografía, coreografía, vestuario y dirección fotográfica (“La kermesse heroica”). Plena capacidad para elegir colaboradores y preparar al detalle el rodaje. En ese sentido, es destacable el colorido naïf que apunta a un ambiente de musical estilizado, teatralizado hasta la candidez, eliminando cualquier pretensión o visión clásica de piratas.

A través de un collage de fotogramas celofán y un Gene Kelly con un par de números muy logrados, redacta Minnelli una personal declaración de amor por el mundo de Broadway: colores imposibles, luminosidad que juega en el límite del ensueño y la fantasía de unos personajes de identidades camaleónicas. Vida como escenario, apología de la imaginación y el show por encima de cualquier otra consideración.

Quizás lastre el resultado final un guión algo timorato a la hora de plantear el enredo. Pero parece claro que Vincente estaba más por los detalles y la visión colorista y almizclada del mundo del espectáculo. Cuestión que cobra relevancia si de analizar esa visión como la perspectiva de un autor se trata. El enfoque de un mundo particular que habría de alimentar una filmografía.

De haber sido dirigida por otro director distinto a Vincente Minelli esta sería un simple musical entre otros muchos de la época. Pese a partir de una historia muy divertida y unos excelentes números musicales (el llamado Niña con Gene kelly es un auténtico prodigio que justifica por si mismo la existencia de la película) El pirata tiene algunos fallos imperdonables, entre ellos una Judy Garland en muy baja forma que lastra con una interpretación poco convincente un espléndido conjunto.
Lo mejor sin duda la dirección de Minelli, unos exuberantes decorados, una fotografía magistral y, aparte del ya mencionado Kelly, unos protagonistas secundarios de auténtico lujo. Un balance que la ayuda a auparse a las cimas del género sin ostentar un lugar privilegiado en la cumbre.