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El desierto rojo (1964)

El desierto rojo
117 min.
7.0
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Trailer (ITALIANO)
Sinopsis
Después de sufrir un grave accidente de coche, una mujer comienza a percibir la ciudad en que vive, Rávena, como un desierto tanto en el plano físico como en el de las relaciones personales. Las secuelas psicológicas le impiden llevar una vida normal y relacionarse con la gente que la rodea. (FILMAFFINITY)
Género
Drama Drama psicológico
Dirección
Reparto
Año / País:
/ Italia Italia
Título original:
Il deserto rosso
Duración
117 min.
Guion
Música
Fotografía
Compañías
Coproducción Italia-Francia;
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Premios
1964: Festival de Venecia: León de Oro (mejor película)
1965: Círculo de Críticos de Nueva York: Nominada a mejor película extranjera
9
DESNATURALIZACIÓN E INCOMUNICACIÓN
En esta película Antonioni utiliza a una mujer como símbolo de la vida “natural” en un mundo de hombres, que se desarrollan y articulan a través del trabajo como creencia sustitutiva de lo religioso o incluso de lo político.
Todo lo que la rodea es obra exclusiva del hombre, lo racional y en su aspecto más deshumanizado, lo fabril. Los escasos restos de naturaleza se envenenan hasta su total desaparición. El mar y la tierra son unos elementos mas del proceso productivo, al servicio de unos objetivos económicos ambiguos, ni siquiera decididamente malos (recordemos la escena del grupo en la cabaña), sino mas bien “desnaturalizados”.
En este ambiente, bajo una mirada más atenta, la protagonista a la que se hace pasar por una enferma mental, representa el resto de salud intuitiva, materna y natural que está perdiendo esta sociedad. Unas casas descompuestas, podridas, los cielos constantemente grises, las calles completamente despobladas, el aire y el agua muertos, extremadamente contaminados, un vendedor ambulante sin clientes, un ruido de fondo que imposibilita la comunicación…. el mundo cotidiano está enfermo y la mujer reacciona con un instinto reflejo de salud ante un panorama que todos diariamente aceptamos como “normal”.
Los colores cálidos o más vivos están reservados exclusivamente a los tubos y conducciones de la industria, nuevas arterias del mundo moderno, que extiende su estética hasta el interior del hogar familiar. El niño, posible esperanza de la madre, demuestra desde un principio comprender mucho mejor el universo del padre, no comparte el bocadillo del obrero y es incapaz de decirle a su madre que es lo que le pasa. El ingeniero que viene y se va con sus máquinas a poblar de industria tierras vírgenes lejanas no hace más que extender la epidemia de la que es victima la protagonista. En ningún momento parece representar una verdadera esperanza.

Es muy destacable el extraordinario trabajo con la cámara, la meticulosidad de todos los detalles, colores, vestuario (la mujer es la única que viste de colores vivos) el encuadre atípico y los sonidos (la mayoría pertenecen a nuestra vida cotidiana aunque ya no les oigamos) que sacrifican la estética creando una atmósfera desagradable al servicio de un fin comprometido.

Aunque la película resulta incómoda de ver el tono surrealista y psicodélico no es banal sino que se soporta bien gracias a la honestidad del director en la denuncia de una situación que hoy ya casi no se considera digna de mención por estar asumida como “única” forma de vida.
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97 de 99 usuarios han encontrado esta crítica útil
7
El esfuerzo por no sentir
Destaca la historia, la importancia visceral del color; atribuyéndole, sonrojantes adjetivos y encontrando un poder mimetizante en el recurso. Los claroscuros usados por Antonioni en su etapa precolor reflejaban, en sus soleadas calles e inertes edificios; en los hirientes rostros de sus personajes y estáticos planos, más expresividad y mejor resultado que el loable color de “El desierto rojo.” Y eso que la película empieza de manera impecable: planos generales de la industrial Rávena (fondo de fábricas del extrarradio, ambiente gris y frío). Giuliana (Monica Vitti) pasea (con una chaqueta de pana verde) con su hijo por el extrarradio de una fábrica en huelga, y a continuación le compra el bocadillo a un obrero para devorarlo, literalmente, a escondidas. (Desde el inicio veremos siempre un color vivo entre tanto tono gris). A continuación, abre con contraplano de los desechos de las fábricas donde quiere empezar a abrir conciencia. Estamos en 1964, algo insólito pero que acaba por ser repetitivo durante el metraje.
Más que el color, yo destaco ciertos planos o escenas de puntual genialidad (como el momento donde Giuliana pierde la cabeza tras salir escopeteada de la cabaña tras izar una bandera amarilla (de nuevo el color en un momento donde la niebla gris tiñe toda la pantalla); o cuando Giuliana y Corrado Zeller (Richard Harris) salen de la tienda que está pintando Giuliana por las estrechas calles de Rávena y pasan al lado de un vendedor de ¿? y ella se sienta al lado del carro. Sea lo que fuera lo que vendía, todo era gris como la calle y el cielo.

Encuentro en este “producto” un sobre esfuerzo por parte del director de subrayar lo evidente y meter con calzador la ingenuidad de ciertos diálogos de sesgo filosófico: "se cree en la Humanidad, un poco menos en la justicia y más en el progreso".

La fábula que Giuliana cuenta sobre la niña en la playa solitaria de Cerdeña (como contrapunto al mundo gris que nos está mostrando) es interesante, pero como metáfora de la imposibilidad de escape de su personaje no funciona del todo. Mejor resulto está la posible polio del niño (desde el inicio Antonioni fotografía la habitación de Valerio con ausencia completa de calor humano).

El alejamiento por parte de Antonioni, de los sentimientos de sus personajes (incluso por medio de abruptos cortes en el montaje), es un riesgo importante que merece la pena valorar pero que convierte la película en huérfana de cariño, distanciada del espectador y muy esquematizada. La trama es nula y con ello el esfuerzo de quien la visiona debe ser máximo.
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29 de 34 usuarios han encontrado esta crítica útil
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