April 8, 2017
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Leí varios libros del norteamericano James Baldwin (1924-1987) durante mi adolescencia y fue un hallazgo impactante. Sobre todo sus novelas ‘La habitación de Giovanni’ y ‘Otro país’ y sus ensayos ‘Nadie sabe mi nombre’ y ‘La próxima vez el fuego’ me resultaron memorables. En España es poco conocido y no creo que este interesante documental contribuya a rescatarle del ostracismo. Quizás su enfoque nos pueda parecer ahora anticuado o ajeno, pero su personalísima voz merece atención y reconocimiento, ya que fue un pionero y supo poner el dedo en la llaga: amaba a su país, pero le exasperaba la ceguera e indiferencia de sus compatriotas hacia la realidad y vivencias de los afroamericanos y supo exponer esa lamentable situación a través de una escritura llena de rabia vindicativa.
Tomando como base un libro inconcluso de Baldwin sobre tres activistas negros junto a los que participó en el movimiento por los derechos civiles y que fueron asesinados durante los turbulentos años sesenta del pasado siglo – Medgar Evers (1925-1963), Malcolm X (1925-1965) y Martin Luther King (1929-1968) – esta ecléctica amalgama deviene en un ensayo audiovisual atípico sobre la insensibilidad y ceguera de un pueblo hacia sus semejantes desfavorecidos. Combina el texto inacabado – leído por Samuel L. Jackson – con imágenes del propio James Baldwin en entrevistas y conferencias, así como con otros documentos gráficos lacerantes hasta configurar un retablo sobrecogedor de aquellos años convulsos y fratricidas que zarandearon la sociedad y nos adentran en el presente incierto que ahora habitamos.
Lo mejor de la propuesta es comprobar la cruel pervivencia del racismo, con diferentes ejemplos que son bosquejados de pasada y en formas no siempre claras ni rastreables. Se abole así la distancia temporal y se establece una correspondencia entre lo que fue y lo que es, entre lo que se denuncia y la persistencia impune y corrosiva de lo denunciado. Pero pese a su buen planteamiento y la fuerza de muchas de sus imágenes, en conjunto esta obra se me queda corta, porque apela demasiado al intelecto y lo racional, dejando de lado el componente irracional y arbitrario de lo que retrata. Se admira más las buenas intenciones y los buenos propósitos que no el resultado final del proyecto.
Sin embargo, pese a lo irregular del resultado, no cabe sino elogiar su existencia. Siempre es útil y necesario recordarnos que las injusticias deben ser denunciadas y que el mal – si no se hace nada – suele ganar la batalla gracias a la impunidad del olvido y la comodidad e indiferencia de todos aquellos que no nos vemos afectados de forma directa por los atropellos descritos. Necesaria aunque imperfecta.
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