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Voto de Macarrones:
2
Romance. Drama Jamie era la última persona de la que se enamoraría Landon. Demasiado seria y conservadora para su gusto. Hija de un pastor de la iglesia baptista, Jamie no tenía miedo de manifestar que la fe era lo más importante en su vida, aunque ello le costara las críticas de sus compañeros. Landon y su pandilla mandaban en la escuela, pero su reinado terminaría en cuanto salieran del instituto y tuvieran que afrontar las responsabilidades de la vida. (FILMAFFINITY) [+]
6 de marzo de 2007
164 de 266 usuarios han encontrado esta crítica útil
Película norteamericana para jóvenes, o sea, para echarse a temblar. Tiene todos los tópicos del género elevados al cubo: el instituto con el chico más popular, las novias que andan al retortero de su bragueta, los amigotes, la chica marginada supuestamente fea y con buenos sentimientos (digo "supuestamente" porque se nota desde el primer fotograma que es una jamona, por mucho que se esfuerce en mirar al suelo y poner cara de fea: es una de estas chicas que los guionistas de Hollywood luego les quitan las gafas o las desanudan la coleta y ya, inmediatamente, se convierten en una tía cañón para asombro de todos menos del espectador, que tiene más horas de toreo encima que Manolete con esta clase de bodrios).

Aparte de la estética de telefilme y de los consabidos mocetones comportándose como alumnos de secundaria, están presentes todas las obsesiones norteamericanas: la familia, la religión, el miedo al fracaso, de nuevo todo ello elevado a la enésima potencia. Lo único sobresaliente es que aquí el teatro se demuestra más eficaz para la conversión de los chulos descarriados que el propio Dios.

Y luego, la melaza. Esta es la película más dulce, más pegajosa, pringosa, untuosa y ñoña que he visto en los últimos años. El personaje protagonista se llama Landon: debe de ser un homenaje a Michael Landon, que se murió sin lograr hacer una película tan llorona como esta (y mira que lo intentó). Un mar de mermelada se extiende por todas las páginas del guión. Los actores están maquillados con membrillo, chorretes de algodón dulce caen de la grúa y de la cámara, los decorados son los de la casita de chocolate, las actrices se dan baños de merengue... Todas las azucareras de Estados Unidos a pleno rendimiento volcaron su producción en esta película para, después, restregarte en los ojos toneladas de cebollas crudas. Hasta yo, que seguía abochornado la deriva del guión, solté un par de lagrimitas.

Vomitiva, infame, como para vomitar y tragarte tus propios vómitos y seguir vomitando para que no se te olvide lo mala que es.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
Macarrones
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