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Voto de Chagolate con churros:
8
Aventuras. Intriga. Drama. Thriller David Locke (Jack Nicholson) es un desilusionado periodista que emprende una peligrosa investigación sobre las intrigas políticas internacionales que facilitan la implantación de regímenes dictatoriales en algunos países africanos, lo que le hará vivir situaciones muy arriesgadas. (FILMAFFINITY)
14 de febrero de 2011
52 de 59 usuarios han encontrado esta crítica útil
Todo empieza en la habitación de un hotel... y no, no es un relato pornográfico.

¿Cómo tratar el problema de la identidad personal en el medio cinematográfico? En literatura, autores como Henry James, Joyce o Faulkner, vulneran los tratamientos de la novela decimonónica y observan al personaje desde el exterior, acompañando el punto de vista del narrador, y por tanto, del lector mismo. Podemos encontrarnos con personajes incompresibles, tanto que el lector se topa con una vida ajena, propiedad del personaje que se mueve según sus reglas. La información que a nosotros nos parece insuficiente es, en sí, excesiva para el propio personaje.

Antonioni retoma un tema muchas veces expuesto (sobre todo en el cine negro, como por ejemplo “Solo en la noche” de Mankiewicz) pero sin variar la forma de los escritores citados. David Locke (Jack Nicholson) decide prescindir de su identidad en los primeros compases de la película, pero no puede ser aquel personaje cuya identidad robó en el hotel (David Robertson) porque desconoce quién es en realidad Robertson, e igual que su personaje, nosotros desconocemos al nuevo David. Queda pues vagando entre identidades, apático en una vida que desconoce. Poco a poco podemos desgranar la vida de Robertson, pero en lugar de crear un thriller que tiene todas las papeletas, a Antonioni le interesa buscar una solución narrativa distinta de lo decimonónico. El suspense queda minimizado al cero. Antonioni elimina la distancia entre narrador y personaje. Con un personaje como narrador, todo lo que estamos percibiendo es lo que percibe a tiempo real el propio personaje. Nicholson interpreta a un nuevo Robertson sin el histrionismo que nos tiene acostumbrado, buscando los lugares de las citas sin verdaderas ganas, como viviendo la nueva vida que le ha tocado en un sorteo. Sí, se percibe que se arrastra por la vida, como quien se deja morir.

Y ahora toca morir. Cuando la cámara se va acercando a la verja de la ventana, Nicholson ya está muerto. Como identidad que sólo existe mientras es filmado, la cámara, tras un recorrido en plano-secuencia maravilloso, regresa tras un giro de 360º a la verja de la habitación, pero en el exterior. Las elipsis usadas por Antonioni (por lo acontecido fuera de campo) pueden ser meramente contemplativas, una ayuda para cerrar el thriller. Pero lo bello es que cinematográficamente, Antonioni recoge con la cámara, esa ambigüedad de la conciencia individual, mostrando todo, menos al propio personaje. Como ya demostró en el montaje de la escena final de “El eclipse”, el ser humano no es más que un objeto en el decorado y como tal, su importancia es relativa no sólo en el plano, sino también en la historia.

(Abróchense los cinturones porque esto continúa).
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
Chagolate con churros
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