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Voto de Chagolate con churros:
8
Thriller. Drama El marchante americano Tom Ripley (Hopper) intenta poner a prueba la integridad de Jonatham Zimmermann, un humilde fabricante de marcos (Bruno Ganz) que padece una enfermedad terminal. Ripley le presenta a un gánster que le ofrece mucho dinero a cambio de que trabaje para él como asesino a sueldo. En un principio rechaza la oferta, pero, al pensar en el precario futuro que espera a su mujer y a su hijo después de su muerte, acaba aceptando el trato. (FILMAFFINITY) [+]
21 de agosto de 2009
64 de 81 usuarios han encontrado esta crítica útil
Plano detalle: unos tickets de metro pasan por la máquina. Dos personas suben unas escaleras y esperan al metro. Se miran. Jonathan Zimmermann (Bruno Ganz) observa al blanco. Entran en el vagón y comienza una persecución hasta que en unas escaleras mecánicas Jonathan cumple con su palabra. Su huida, queda filmada por las cámaras de seguridad de la red de metro parisino. Y nosotros observamos esas cámaras. Esa filmación de la filmación. Estos minutos (¿8? ¿9?), son maestros. Es puro Bresson: no existe diálogo ni música. Es pura fuerza cinematográfica.

Cuando Jonathan sale a la calle respira aliviado. Nosotros respiramos con él.

Por si no había quedado claro anteriormente Wenders ahora nos lo da en bandeja. El asesinato, es sólo una excusa, porque de lo que habla el alemán es de las personas. Personajes construidos con los cimientos del cine clásico. “El amigo americano” es un homenaje al cine negro de personajes. La cámara despoja cualquier misterio sobre los actos de cada personaje. Sus miedos, esperanzas y sufrimientos se muestran con eficacia. Que mejor homenaje que incluir en el reparto a directores como Nicholas Ray (Derwatt) o Samuel Fuller (gánster) que produjeron ese tipo de cine.

Y luego quedan los espacios. Y el uso que les da Wenders. Excepto en sus secuencias finales (donde se despoja de la opresión urbanita), en el resto existe la amenaza de la ciudad. Sus túneles, metros, trenes, habitaciones de hotel o consultas médicas son espacios cerrados despojados de alegría. Incluso la casa de Jonathan, es aséptica, casi minimalista (en cuanto al sentimiento que desprende), a pesar de todos los juguetes que se muestran. La cámara recoge unas ciudades solitarias, tristes, angustiosas y dichos sentimientos se apoderan del receptor.

El segundo encargo tiene su porqué (1) pero a estas alturas de metraje, yo lo hubiera eliminado para conseguir una mayor entereza no dispersando de esta manera la trama. A mi juicio incluir este segundo encargo es el mayor error de la cinta. La escena del asesinato en el tren es la más pura en cuanto a cine negro se refiere de toda la película. Y aquí vengo yo a decir aquello de no dispersar la trama. Que en cuanto a ejercicio cinematográfico la escena es buenísima (puro Hitchcock, pero de nuevo sin música), y aún así me quedo con esa fría radiografía que Wenders estaba haciendo del interior de Jonathan y Tom Ripley (Dennis Hopper).

Fíjense que no he hablado de los actores. Es que en películas como esta, el actor, es la cámara y es ésta, como dije más arriba, la que desnuda al personaje dándonos a conocer su comportamiento.

(1) Lazo definitivo para unir al amigo americano con Jonathan.
Chagolate con churros
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