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Voto de Chagolate con churros:
8
Drama Un samurai sale adelante haciendo globos de papel pero un buen día su vida da un giro cuando es perseguido debido a un altercado en el que se involucra por casualidad. La película está considerada como una de las mejores de Sadao Yamanaka y una de las más plausibles del cine japonés. (FILMAFFINITY)
31 de agosto de 2009
29 de 30 usuarios han encontrado esta crítica útil
La última película de Yamanata es un trabajo sobre los conflictos de género y clase en el Japón del siglo XVIII. E igual que su compatriota y amigo Ozu, la película respira, muestra y ofrece humanidad y sencillez por los cuatro costados.

Los personajes son el eje fundamental. A través de una comunidad en un barrio de las afueras de Edo, Yamanata se centra en el conflicto de clases y en los abusos de poder. Sólo con la cámara, nos dibuja unos personajes marginales, un barrio empobrecido y la corrupción de las casas de empeños que atemorizan a los habitantes de la comunidad.

La película tiene un inicio muy poderoso. Un suicidio (otro más, nos informan) de un samurai en horas bajas sirve de presentación a una comunidad que además de por las deudas, tiene que lidiar con sus vecinos y patrones. Los ex-vecinos, echan en cara al samurai su muerte, a la que tachan de vergonzante, por preferir ahorcarse a hacerse el harakiri (aunque su espada fuera de bambú debido a las deudas). Sólo la muerte (el velatorio, más concretamente), da felicidad a la comunidad. Todos estos rasgos, que poco a poco vamos obteniendo, dan como resultado una construcción de personajes creíble y veraz. Son personajes con muchos matices, que enriquecen la historia minuto a minuto.

La película representa los bajos fondos como un lugar donde irremediablemente vas a fracasar. Entre todos los personajes, existen diferentes actitudes ante este panorama. Tomando la actitud de Matajuro y la esperanza de escapar a través contactos con clases superiores o la de Shinzo donde sabe que su destrucción es inevitable. La diferencia es que Matajuro acepta este fracaso mientras que la autodestrucción de Shinzo es debida a su lucha por salir de su situación. El mensaje es evidente, la acción no justifica los medios y el no tomar iniciativa alguna también se paga con la misma moneda.

La fotografía es tremendamente contundente: bella y dura. Podemos escuchar la lluvia, que en pocos lugares en tan hermosa como en el cine, podemos oler la humedad, las casas a medio destruir, los caminos de barro y polvo y oler las velas cuando se apagan.

Existe una cercanía muy palpable a esta gente, a sus costumbres, como cuando el vendedor ambulante pasea con su carro y sus voces anuncian los peces de colores; y aunque nunca he visto vender peces de colores por las calles, no dejaba de pensar en el afilador que de pequeño silbaba por mis calles con la moto y su piedra de afilar.


Esta cercanía a un mundo tan extraño y alejado como es el oriental, es sólo posible si detrás de la cámara se encuentra una persona con la firme voluntad de “hacer buenas películas.” Directores que nos mostraban lo cotidiano, lo simple, lo humano y lo hacen con humildad.

(Abrónchense los cinturones porque esto continúa).
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
Chagolate con churros
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