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Thriller. Intriga
Thomas Craven (Mel Gibson) es un veterano investigador del departamento de policía de Boston cuya hija de 24 años, Emma (Bojana Novakovic), es asesinada. Thomas decide entonces intentar averiguar por qué su hija acabó de forma tan trágica, y descubrir quién ha acabado con la vida de la persona a la que más quería. (FILMAFFINITY)
2 de marzo de 2010
5 de 6 usuarios han encontrado esta crítica útil
Un cada año más en forma Martin Campbell, causante de uno de los mejores números Bond, concretamente el 21, de la historia, vuelve, como ya hiciera para la BBC en la exitosa serie Edge of Darkness emitida por la cadena británica en 1985, a ponerse tras las cámaras en su templada consumación a la gran pantalla. El realizador neozelandés echa, con efectiva maña, el guante al denostado subgénero de venganzas con una astucia gatuna de artesano laborioso, sin dejarse engatusar por las corrientes de lo políticamente correcto se recrea en una película extrañamente anacrónica, la cual podría, evitando ciertas normas presentes del pensamiento activista y de oportuna concienciación ecológica, haberse filmado en los setenta, aunque con la recia y cada día más perdida figura del justiciero firme y obcecado del que el rostro arrugado de una vieja gloria del star system ochentero como es Mel Gibson, extrae todo el material para personificar a ese hombre de una pieza que no descansará hasta encontrar a los asesinos de su hija.
Campbell hace que un producto arropado de inequívoca vulgaridad acabe siendo una gema cortada y pulida con una profesionalidad excelente, no errando en los peligros del moderno cine de acción ni en los planos mareantes que impidan al espectador encontrarse con unos diálogos adultos e inteligentes. Para ello escarba en las posibilidades estéticas del buen thriller político y cambia las tramas de paranoia conspiratoria por las no menos recurrentes del corporativismo nuclear, el negocio armamentístico, y la escrupulosidad inexistente de los gobernantes, que llevarán a toparnos con un alarmista análisis del poder empresarial y las inmorales argucias dentro de las altas esferas. Un trabajo que honra en sus esquemas a un puñado de cintas – el Payback del mismo Gibson y a su vez el original en el que se basó, la sangrante A quemarropa del genial John Boorman - y a las miradas especializadas de cineastas no solo americanos, sino también ingleses, con unas formas muy expeditivas de contar los hechos.
Es un honor pues, que Campbell, ponga sus miras en unos encuadres precisos e impactantes amén de una fotografía extraordinaria de Phil Méheux y, sobretodo, un montaje voluntariamente lento, con un tempo dilatado no apto para generaciones de consolas y espectadores acostumbrados a un planteamiento de la acción completamente diferente, basado en el agotador lenguaje del videoclip y los acoplamientos acelerados de una estructura precipitada que no deje respirar a los protagonistas.
Aquí el salvaje “Mad Mel” rastrea un papel doloroso donde puede lucirse con absoluta tranquilidad, sabemos que el polémico artista es mucho mejor director que actor, pero aun con esas sigue siendo un icono preferente con bastantes más recursos de los esperados.
Campbell hace que un producto arropado de inequívoca vulgaridad acabe siendo una gema cortada y pulida con una profesionalidad excelente, no errando en los peligros del moderno cine de acción ni en los planos mareantes que impidan al espectador encontrarse con unos diálogos adultos e inteligentes. Para ello escarba en las posibilidades estéticas del buen thriller político y cambia las tramas de paranoia conspiratoria por las no menos recurrentes del corporativismo nuclear, el negocio armamentístico, y la escrupulosidad inexistente de los gobernantes, que llevarán a toparnos con un alarmista análisis del poder empresarial y las inmorales argucias dentro de las altas esferas. Un trabajo que honra en sus esquemas a un puñado de cintas – el Payback del mismo Gibson y a su vez el original en el que se basó, la sangrante A quemarropa del genial John Boorman - y a las miradas especializadas de cineastas no solo americanos, sino también ingleses, con unas formas muy expeditivas de contar los hechos.
Es un honor pues, que Campbell, ponga sus miras en unos encuadres precisos e impactantes amén de una fotografía extraordinaria de Phil Méheux y, sobretodo, un montaje voluntariamente lento, con un tempo dilatado no apto para generaciones de consolas y espectadores acostumbrados a un planteamiento de la acción completamente diferente, basado en el agotador lenguaje del videoclip y los acoplamientos acelerados de una estructura precipitada que no deje respirar a los protagonistas.
Aquí el salvaje “Mad Mel” rastrea un papel doloroso donde puede lucirse con absoluta tranquilidad, sabemos que el polémico artista es mucho mejor director que actor, pero aun con esas sigue siendo un icono preferente con bastantes más recursos de los esperados.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama.
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spoiler:
Con las cenizas grisáceas de los clásicos de estudio, Sydney Pollack, John Frankenheimer, Don Siegel, y un fragmento de honestidad por encima de lo acostumbrado, Al Límite se alza como un eficaz entretenimiento, maduro, realista y violento – la escena de inicio, el atropello en un momento concreto del relato, los tupidos tiroteos finales – el del policiaco de masas con dignos sangrados de incomodidad en un marco estricto de la urbe bostoniana, un sujeto más dentro de una provechosa vuelta de tuerca al cuestionado tema del ojo por ojo…a disfrutarla.
LO MEJOR: Un achacoso y moderado Mel Gibson, sus facciones son un marchitado atlas de contención dramática – cuando llora la muerte de Emma o guarda con esmero una toalla llena de sangre – los magistrales careos con el sicario encarnado por Ray Winstone – el intercambio de frases en latín, el respeto mutuo de seres a la deriva – y el diestro montaje de Stuart Baird (Superman, Die Hard 2, Casino Royale).
LO PEOR: La mediocre y de telefilm traducción española del mucho más explícito título original, y quizás un villano aplicado con corrección por Danny Huston pero demasiado blando como para servir de digno antagonista del héroe de Craven.
LO MEJOR: Un achacoso y moderado Mel Gibson, sus facciones son un marchitado atlas de contención dramática – cuando llora la muerte de Emma o guarda con esmero una toalla llena de sangre – los magistrales careos con el sicario encarnado por Ray Winstone – el intercambio de frases en latín, el respeto mutuo de seres a la deriva – y el diestro montaje de Stuart Baird (Superman, Die Hard 2, Casino Royale).
LO PEOR: La mediocre y de telefilm traducción española del mucho más explícito título original, y quizás un villano aplicado con corrección por Danny Huston pero demasiado blando como para servir de digno antagonista del héroe de Craven.