Si algo nos enseñó Tarantino allá por el año 94 es que existía otra forma de hacer cine, que una película tenía que suponer algo más que un planteamiento, un problema, una solución y un desenlace, que había que cambiar las normas y romper los esquemas. Y lo hizo con Pulp Fiction, y revolucionó el cine actual.

Seguramente es imposible explicar de qué o cuál es el tema principal que trata, pero es que, en este caso, esto es lo de menos. Es más, se podría decir que Pulp Fiction no tiene ni principio ni final. Los hechos simplemente transcurren y te van deleitando a medida que avanza la acción, por los personajes, por los diálogos, por el ritmo, por todo. Y si, además, uno se da cuenta de como van encajando las piezas y se va formando el ingenioso espiral en el que se acaba convirtiendo la película, no queda más opción que quitarse el sombrero.

Que se aparten las historias pre-fabricadas y los argumentos previsibles, Pulp Fiction está hecha para disfrutarla segundo a segundo, sin tener que buscar un sentido a todo, sin que B tenga que ir a continuación de A. Porque se nota que está hecha sin ningún complejo, porque Tarantino hizo lo que le dió la gana (como siempre ha hecho), pero siempre con las ideas super claras, y porque conecta con la gente, porque es como la gente. Aparte de todo eso, es una película que no se acaba con los títulos de crédito, ya que permanece en tu mente durante mucho tiempo y acaba conduciéndote a una necesidad imperiosa de verla otra vez.

A todos los que bajan del 8, les pido esto: que la vuelvan a ver. A mi me funcionó.