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Voto de Pabpab:
3
7,7
121.617
Thriller. Drama
El día en que Juan (Alberto Ammann) empieza a trabajar en su nuevo destino como funcionario de prisiones, se ve atrapado en un motín carcelario. Decide entonces hacerse pasar por un preso más para salvar su vida y para poner fin a la revuelta, encabezada por el temible Malamadre (Luis Tosar). Lo que ignora es que el destino le ha preparado una encerrona. (FILMAFFINITY)
19 de marzo de 2010
131 de 175 usuarios han encontrado esta crítica útil
8 goyas, 8. Nada menos. Y la aclamación de público y crítica. Y vuelvo yo a pensar lo mismo del año pasado, cuando Camino se llevó 6 ó 7 goyas (no me acuerdo, pero muchos): ¿Tengo yo suelto algún cable que me impide apreciar las obras de arte del reciente cine español?
La experiencia de ver Celda 211 supone enfrentarse a una amplia serie de situaciones inverosímiles, con personajes desdibujados, borrosos. Malamadre, es malo pero es bueno. Es sanguinario pero es compasivo. Es inteligente, pero es un tontorrón. Y esto, que podría dar realidad y riqueza al personaje, aporta poco porque está planteado desde el tópico, desde la pincelada anecdótica, y no desde el trabajo elaborado y fino de un buen guión.
La experiencia de ver Celda 211 supone enfrentarse a una amplia serie de situaciones inverosímiles, con personajes desdibujados, borrosos. Malamadre, es malo pero es bueno. Es sanguinario pero es compasivo. Es inteligente, pero es un tontorrón. Y esto, que podría dar realidad y riqueza al personaje, aporta poco porque está planteado desde el tópico, desde la pincelada anecdótica, y no desde el trabajo elaborado y fino de un buen guión.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama.
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spoiler:
Desdibujadas son también muchas de las situaciones descritas; el proceso que lleva a Malamadre a “enamorarse” de Juan en un abrir y cerrar de ojos no se explica, hay que creerlo sin más. El que Juan se convierta súbitamente en líder de una población tan maleada no cuela, por mucho que el director quisiera que nos lo tragáramos y siguiésemos con la película. No basta que se nos diga que estas cosas han ocurrido, tenemos que poder comprender por qué han ocurrido. Como espectador me violenta mucho tener que dar por bueno un presupuesto solo porque el guión lo dice. Se me van acumulando cuentas pendientes con la película mientras la veo, y me desinflo como espectador.
Hay que dedicarle un capítulo a las trampas de esta película: la escena en que desnudan a Juan, ¿para qué?, sólo para que le puedan llamar Calzones, hagan una irrelevante referencia al tamaño de su pito, y de paso nos sirvan un meloso flash-back de su vida íntima (uno de tantos), conozcamos a su mujer y enlacemos con otra trampa: el embarazo de ella. Pobrecita, y va y se mete en medio de una manifestación de histéricos (un poco desdibujada también y algo pobre de ejecución técnica) ¿Cuál es el papel de este embarazo en la película? Que nos indigne, si cabe más, el siniestro papel de Resines. Este es, quizá, el personaje más coherente, pero también el más tópico. En un alarde de pluriempleo, a la voz de ya, cuelga la chaqueta, agarra la herramienta de antidisturbios y por arte de magia aparece –no podía ser de otro modo- ante la incauta preñada, a la que aporrea sin piedad a pesar de su actitud nada inquietante. Todo el mundo sabe que un antidisturbios, después de arrearle a un manifestante, lo primero que hace es quitarse el casco para comprobar si éste ha recibido suficiente dosis de jarabe. Esto es justo lo que hace Resines, momento que aprovecha un oportuno cámara que precisamente estaba ahí para retratarle convenientemente ¿Y todo esto para qué? Para que comprendamos por qué Juan se vuelve loco al enterarse de la causa de la muerte de su mujer, porque, y esto es pura técnica de culebrón, la mujer muere. ¿Infarto? ¿Colapso digestivo? ¿Traumatismo con pérdida de masa blanda? Nos quedamos sin saberlo, aunque algo intuimos.
Para terminar, y quedarme a gusto, tengo que hacer referencia a la ambientación. No cuelan los protocolos carcelarios, no cuela la cutrez de la institución, esas paredes pintadas como en las mazmorras del Conde de Montecristo, las tomas de antena para enchufar la tele en cualquier rincón del techo, esos Geos, esos arsenales de armamento artesanal que aparecen de repente, esos etarras tan de Bilbao.
En fin, que no cuela. Eso sí, a Tosar se le hinchan las venas del cuello con mucha autoridad, y eso si que está muy bien.
Hay que dedicarle un capítulo a las trampas de esta película: la escena en que desnudan a Juan, ¿para qué?, sólo para que le puedan llamar Calzones, hagan una irrelevante referencia al tamaño de su pito, y de paso nos sirvan un meloso flash-back de su vida íntima (uno de tantos), conozcamos a su mujer y enlacemos con otra trampa: el embarazo de ella. Pobrecita, y va y se mete en medio de una manifestación de histéricos (un poco desdibujada también y algo pobre de ejecución técnica) ¿Cuál es el papel de este embarazo en la película? Que nos indigne, si cabe más, el siniestro papel de Resines. Este es, quizá, el personaje más coherente, pero también el más tópico. En un alarde de pluriempleo, a la voz de ya, cuelga la chaqueta, agarra la herramienta de antidisturbios y por arte de magia aparece –no podía ser de otro modo- ante la incauta preñada, a la que aporrea sin piedad a pesar de su actitud nada inquietante. Todo el mundo sabe que un antidisturbios, después de arrearle a un manifestante, lo primero que hace es quitarse el casco para comprobar si éste ha recibido suficiente dosis de jarabe. Esto es justo lo que hace Resines, momento que aprovecha un oportuno cámara que precisamente estaba ahí para retratarle convenientemente ¿Y todo esto para qué? Para que comprendamos por qué Juan se vuelve loco al enterarse de la causa de la muerte de su mujer, porque, y esto es pura técnica de culebrón, la mujer muere. ¿Infarto? ¿Colapso digestivo? ¿Traumatismo con pérdida de masa blanda? Nos quedamos sin saberlo, aunque algo intuimos.
Para terminar, y quedarme a gusto, tengo que hacer referencia a la ambientación. No cuelan los protocolos carcelarios, no cuela la cutrez de la institución, esas paredes pintadas como en las mazmorras del Conde de Montecristo, las tomas de antena para enchufar la tele en cualquier rincón del techo, esos Geos, esos arsenales de armamento artesanal que aparecen de repente, esos etarras tan de Bilbao.
En fin, que no cuela. Eso sí, a Tosar se le hinchan las venas del cuello con mucha autoridad, y eso si que está muy bien.