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España España · Madrid, Jaca
Voto de jaly:
10
Drama Star (Sasha Lane), una chica adolescente, deja a su disfuncional familia para unirse a un equipo de venta de suscripciones de revistas, que recorre, vendiendo puerta a puerta, el mediooeste estadounidense. Rápidamente se siente a gusto en ese grupo de jóvenes, al que también pertenece Jake (Shia LeBeouf), y adopta su estilo de vida, entre veladas bañadas en alcohol, pequeños delitos e historias de amor…
18 de enero de 2017
4 de 6 usuarios han encontrado esta crítica útil
Manteniendo el enfoque espontáneo, la cadencia silenciosa y la mirada subjetiva de sus protagonistas femeninas que ya había en Red Road, Fish Tank y sus Cumbres Borrascosas, Andrea Arnold hace su primera incursión en el cine americano sin desvirtuar su estilo, ni en las temáticas que su filmografía, ya en tan solo cuatro películas, le definen, ni en la pátina que su cámara, la inherente dispersión de sus historias, o la clase de ritmo que sus películas respiran.

Puede que ya existan antecedentes a la clase de cine e historias que Andrea Arnold genera, más en el vasto paisaje americano, aquel en el que interminables autopistas, campos de cultivo, y centros comerciales, parecen ser el centro y el final del mundo al mismo tiempo. Son los ambientes de las películas de Kelly Reinhardt, otra de las escasas miradas femeninas sobre estos páramos (Meek's Cutoff, Wendy and Lucy, Certain Women), el cine más arriesgado de Gus Van Sant (Paranoid Park, Mi Idaho Privado, Mala Noche, Elephant), poblados por los personajes de creadores como Harmony Korine (Gummo, Spring Breakers), o los de los mejores testamentos de Larry Clark (Kids, Ken Park, Bully).

No hay juicio, ni carga moral en esta road movie de la juventud desclasada y del retrato de la generación (millenial) perdida. Tampoco una gran crítica social o institucional hacia el vacío y el nihilismo que esta generación afronta, porque en sus personajes no hay una verdadera reflexión, y al colocarse la propia directora en el punto de vista de sus protagonistas, accede a ese constante uso del tiempo y el espacio que no cesa de avanzar pero para no cambiar en nada. American Honey es un viaje a ninguna parte, sin grandes revelaciones o acontecimientos, porque las vidas de sus protagonistas así se han construido. Y la comprensión casi antropológica que Arnold tiene y enseña de ese grupo y su estilo de vida es lo que resta cualquier arrebato aleccionador a su trama, por mucho que sus protagonistas se pasen ese viaje, el de la vida, drogados con cualquier sustancia, y por mucho que ese viaje, el de sus vidas, sea caldo de cultivo de muchas posibles delincuencias.

No hay nada arbitrario en la captación espontánea de los protagonistas y los espacios que recorre esta película. La interminable selección musical, que siempre emerge de dentro del plano, define a sus protagonistas tanto como sus frases dispersas o el estilo de su ropa. La mayoría del reparto está integrado por 'actores' no profesionales (que Arnold reclutó en parques, centros comerciales o parkings del medio oeste); su protagonista Sasha Lane es de un magnetismo que no puede describirse, y es los ojos constante de una película narrada a través de su mirada. Su interpretación y su personaje, lleno de decisiones ambiguas, cuando no directamente inmorales, es sin embargo producto de un tiempo, el que abarca la película, en el que el afecto, la motivación, la pasión, o la madurez, funcionan bajo otros códigos (y que da lugar a escenas tan excepcionales como el punto de inflexión de la escena inicial con sus familiares, los hermosos encuentros sexuales que vive, o ese nuevo bautismo hacia el final de la película). Shia LaBeouf, como cabeza de cartel entre estos desconocidos, demuestra otra vez que es mucho más que el provocador oficial de Hollywood: también es un intérprete capaz de camuflarse en el código más absolutamente naturalista de esta historia, y por lo tanto, un actor impresionante.

Por supuesto que en un análisis crítico de American Honey, el contexto en el que se sitúa la película convierte a esta en una especie de herida abierta. American Honey habla de esa América que parece minoritaria pero que es en realidad la de la gran mayoría: la América desconectada y deshumanizada, sin cultura y sin dirección, dentro o fuera de las urbanizaciones que sus protagonistas recorren; habla de las distintas clases de vida que el dinero puede comprar, y de la desesperanza de un nuevo estrato de pobreza que ni siquiera es capaz de reflexionar sobre su propio estado. Pero American Honey es más cine simbólico que social, y eso, junto con las decisiones de casting y de tratamiento estético que toma Arnold, es lo que convierte este viaje en algo extraordinario y melancólico, en un recorrido por las trincheras que la voraz sociedad capitalista crea en la primera línea de su propia guerra.
jaly
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