Si de Mirai Nikki decía yo que tenía un final ultra complicado y perfecto, en Steins Gate tenemos que calentarnos el cerebro desde el primer capítulo, pues son tantos los mundos que se crean por los viajes en el tiempo y los giros argumentales que hay que darle al pause y reflexionar cada cinco minutos. Como en muchas series, al final resulta que lo más importante es el amor y la amistad, y sus protagonistas luchan por defender a sus amigos. Tenemos al gran héroe de bata blanca y carcajada sardónica, Okarin, que al principio parece un tanto chocante por su alocada personalidad, pero luego se le coge un cariño supremo, pues posee todos los valores del caballero andante. Él y Makise Kurisu forman un dúo perfecto, aderezado por los secundarios de lujo, entre los que destaco a la inocente Mayushi (“tu-tu-ru”) y a Feyris Nyan Nyan, cuyas voces adoro. Impecable y enternecedora la historia de amor que se va forjando hacia el final, y sobre todo se destaca el valor de la amistad duradera, pues Okarin hará lo imposible por salvar a todos sus seres queridos. Otra cosa que adereza positivamente la serie es su gran sentido del humor, los díalogos y las situaciones delirantes o embarazosas, como la complicada cuestión de si uno de los personajes es un chico o una chica, o los apodos y nombres estrambóticos con los que Okarin bautiza a personas y cosas.