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España España · Cáceres
Voto de Sinhué:
8
Drama Después de un prólogo documental sobre las costumbres del alacrán, unos bandidos descubren a un grupo de arzobispos orando en un acantilado. La fundación de la Imperial Roma, celebrada en el sitio donde oraban los clérigos, se ve interrumpida por los lances amorosos de una pareja que es separada. El hombre es conducido a prisión pero logra escapar y se refugia en casa de su amada. Durante una fiesta, la pareja intenta consumar su pasión ... [+]
4 de noviembre de 2013
4 de 4 usuarios han encontrado esta crítica útil
Aunque solo fuera por el mosqueo que se pilló el personal políticamente correcto de la época (en Francia la película estuvo prohibida, tras su estreno en París, 51 años; en N. York se estrenó en 1980 y en España se perdió la cinta en plena guerra civil) la película está más que justificada. Los poderes fácticos (jerarquía eclesiástica, políticos, banqueros, militares, aristócratas....) se tomaron muy a las malas la visión surrealista y onírica de Luis Buñuel; que por cierto estaba financiada por el vizconde de Noailles, un libertino seguidor de la fabulosa inventiva del aragonés.

Pero esta inconexa historia de dos amantes que, como en gran parte de la obra posterior del ilustre sordo, no consiguen llevar a cabo sus deseos, en esta ocasión puramente sexuales, tiene un interés añadido, dada la época, desde el punto de vista estrictamente cinematográfico: primera vez que aparece en el cine la voz en off, cristalización del movimiento surrealista en la gran pantalla tras "Un chien andalou" (cortometraje de 17 minutos realizado en 1929) y elaboración de un costoso guión y un serio rodaje, tirando por tierra la creencia de que todo vale en una obra de estas características.

Pos supuesto que si no tienes en cuenta los valores añadidos a que nos hemos referido, y la simpatía por este tipo de indagaciones entre metafísicas, vitriólicas y atormentados sueños, te cabrearás tanto como en su momento lo hicieron sus detractores. Espero, no obstante, que si no te gusta, no cometas el errror, y el horror, de prohibirla.
Sinhué
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