En su constante afán por conseguir la película definitiva, el amigo Stanley se vio aquí devorado por su propia grandilocuencia y pomposidad, surgiendo así esta odisea cinematográfica. Siendo como es el film más polémico de la historia del cine, es evidente que algo especial tiene. En efecto, virtudes que siempre han acompañado a la filmografía del barbudo director y que la han hecho grande; como su arrolladora puesta en escena, su depurada técnica tras la cámara o la sempiterna exquisitez de sus bandas sonoras, permanecen en '2001'. Con más fuerza que nunca, incluso.

Sin embargo, cualquier virtud parcial se ve reducida a mera comparsa en manos de la artificiosidad, petulancia y gratuidad de las imágenes que se nos presentan. No hay fascinación, ni belleza, ni reflexión. Hay prolongación, linealidad y exceso. El resultado es infinito, en ambos sentidos.

Por más que usted lo anhelase, señor Kubrick, esto dista mucho de ser un HAL-ón.