Hipnótica, grotesca, atractiva, sucia, fascinante, revolucionaria, transgresora…y así hasta con mil y un adjetivos puede cualquiera con complejo de Meghan Lehmann o Peter Bradshaw calificar a “Holy motors” para poder justificarla, pero la verdad es que como “Enter the void” de otro desequilibrado mental franchute como Gaspar Noé, la película no pasa de simpática, la diferencia es que uno con mas o menos acierto intento crear una obra maestra y el otro solo es un excéntrico fulano con una calidad solo superada por su ego, un Leos Carax que le da una vuelta de tuerca mas a su ya peculiar estilo, como si este no fuera ya de por si bastante atractivo y/o atrayente.

Estamos demasiado (mal)acostumbrados a alabar todo lo que salga de los cánones del cine convencional. La cosa es que tanta originalidad y tanto esmero, con ramalazos de buen cine y de buenos diálogos se echan a perder con los delirios de un director que ha preferido crear una obra artificial e inconexa; cierto es que el cine avanza y evoluciona, y no, no se trata de crear una historia lineal, se trata de crear una historia que le llegue a uno por abstracta o indefinida que esta sea. Sobre si “Holy motors” entra dentro de un grupo o dentro de otro pues que ya lo valore cada uno con su honestidad y consigo mismo.

Para algunos una obra maestra, para otros una cagarruta, para mí la pretenciosidad elevada a la máxima potencia.