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Antigua y Barbuda Antigua y Barbuda · Fea
Voto de Rodolfo Lasparri:
6
Drama Cuenta la historia real de James Gralton, un activista y líder comunista irlandés que se convirtió en el único deportado político de la República de Irlanda. (FILMAFFINITY)
19 de noviembre de 2014
9 de 11 usuarios han encontrado esta crítica útil
En la que parece ser la penúltima película del director británico Ken Loach conocemos a James Gralton. Jimmy para los amigos. Un activista político y líder comunista irlandés de principios del siglo XX, quién fundó un espacio donde intercambiar ideas, cantos y bailes, en su pequeña comunidad natal y se encontró con la firme oposición de la iglesia y las clases dominantes de la época. Lo que en un principio puede parecer una película con fuerte carga política se va desvelando como un film pequeño y muy mimado. Sin buscar el melodrama entre los personajes y sin anclarse demasiado en debates ideológicos se persigue un toque ligero muy lejos de las películas de este género. A medio camino entre Swing Kids (93) y Belle Époque (92), la película no peca de grandilocuencia ni de dogmatismo. Loach se viste de abuelete que nos cuenta un cuento de injusticias con carácter universal.

Con una mirada nostálgica y un tanto condescendiente, propia de estos films rurales, se saborea aquello que pudo ser y no fue. Pero dicha nostalgia no recae en un pasado. El director es consciente de su rigurosa actualidad. Lo que antes era la iglesia, hoy son los grandes mercados. El relato de Gralton le sirve para narrar la lucha de cualquier activista allí donde los haya. Sirvan las PAH de ejemplo. Cualquier espectador, mínimamente hábil, encontrará muchas similitudes en la escena del desahucio, donde un grupo de campesinos lucha para que una familia recupere su hogar de las manos de los grandes caciques. Es preciso medir mucho las palabras antes de tachar el film de demagogia barata. El poder siempre actúa de la misma forma. No tiene ni nacionalidad ni tiempo. Loach lo sabe y lo señala.

El guión firmado por Paul Laverty (guionista de la mayoría de sus films) tiene grandes aciertos: la construcción del párroco, rico y sofisticado en matices; la insólita relación de amor entre los protagonistas; la coral de secundarios muy bien afinados; la preciosa escena de cuando algunos ven por primera vez una gramola; algunas sentencias al estilo de "usted solo escucha a la gente cuando está de rodillas”, refiriéndose a la sordera religiosa; y algunas cosas más que no es preciso desvelar.

Pero no perdamos el norte. Quien confíe encontrarse con el mejor Ken Loach continua teniendo que ir a su pasado. Las cosas como son. Otros de sus films llegan a la categoría de necesarios y este es un film tierno, bonito, sensible, pequeño, blando, sensato y todo lo que quieras, pero no, necesario. A quien busque metralla fina, no la va a encontrar. Quedan avisados.
Rodolfo Lasparri
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