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Antigua y Barbuda Antigua y Barbuda · Fea
Voto de Rodolfo Lasparri:
9
Drama En el año 1944, durante el horror del campo de concentración de Auschwitz, un prisionero judío húngaro llamado Saul, miembro de los 'Sonderkommando' -encargados de quemar los cadáveres de los prisioneros gaseados nada más llegar al campo y limpiar las cámaras de gas-, encuentra cierta supervivencia moral tratando de salvar de los hornos crematorios el cuerpo de un niño que toma como su hijo. (FILMAFFINITY)
10 de enero de 2016
60 de 73 usuarios han encontrado esta crítica útil
Lo que realmente sorprende de esta película es el inteligente uso de la técnica al servicio de la narración. La insistencia con los planos secuencia, la constante dorsalidad del protagonista y el uso del fuera de campo confirman que la posición de la cámara es una elección moral y no estética. Dicho de otra forma, los planos no están allí porque “quedan bonitos”. Los planos tienen una función clara al margen del texto y las carantoñas de los actores. Damas y caballeros, les presento algo en peligro de extinción: cine puro y duro.

Tres hurras por László.

- No cortes, leches.
El plano secuencia te aleja del corte, del montaje, del cine, y por contra, te acerca al terreno del teatro, del relato sinfín. La proyección de uno mismo es inmediata y palpable. El tedio, el silencio, lo que no-interesa y lo que no-sucede son retratados y filmados. Con el plano secuencia se aumenta la sensación de estar allí.

- La dorsalidad nos condena.
Su espalda nos obliga a ir siempre detrás. A perseguir. A no ver. A no llegar o a llegar tarde. A no estar donde-toca. Cierta sensación de hacerlo mal. De perder el norte. De perder el sentido. Y sobre todo, de ser un perro. Un perro atado a no más de un metro de distancia. La relación de ideas es inmediata. Correas para ellos, cadenas para el público. Es difícil no tener sensación de asfixia. De agobio. De desconcierto. De cárcel. De campo de concentración. Por más que quieras, László no te suelta. Esa sensación queda evidente con el último plano. El bofetón es casi milagroso. No lo digo yo, lo dice la cámara.

- Y lo mejor. Querer ver y no poder.
¿Porque no ver? Venga va. Hagamos un ejercicio de sinceridad y huyamos de esas lecturas manidas sobre la construcción del horror en nuestra imaginación. Algunos no somos tan brillantes como para asustarnos de lo que imaginamos. Lo que realmente inquieta es no poder ver. El cerebro en su actitud insaciable quiere resultados. Quiere saber el final de las historias y sobre todo quiere ver los peligros que hay a su alrededor. No ver, se percibe con impotencia, vacío y sobretodo, desesperación. Uno se pone realmente nervioso. El acierto para acercarse a ese infierno nazi es innegable. No ver, afecta directamente a nuestra voluntad y por ello a nuestra libertad.

Lászlo Nemes en su opera prima y mediante un uso inteligente del lenguaje, nos encadena y nos priva de la libertad de ver. No se si es la mejor forma de acercarse a Auschwitz, pero sin duda es de las más sensatas y decentes. Y a estas alturas, sorprender con "otra película de nazis y judíos" no es nada fácil. Hip! Hip!

¡Ah! y lo que diga Boyero, ni caso.

¡Hurra!
Rodolfo Lasparri
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