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Voto de Cioran:
1
6,6
23.616
Drama. Romance
Jenny, una atractiva y brillante estudiante de 16 años (Carey Mulligan) que vive en un tranquilo barrio londinense, sólo piensa en estudiar para poder ir a Oxford. Pero un día conoce a Brit (Peter Sarsgaard), un tipo seductor de 35 años, que la corteja con cenas elegantes, clubs y viajes con sus divertidos amigos Danny (Dominic Cooper) y Helen (Rosamund Pike). Así las cosas, las convicciones de Jenny se tambalean y se verá obligada a ... [+]
9 de mayo de 2017
6 de 7 usuarios han encontrado esta crítica útil
Desde hace tiempo no me apetece escribir ninguna crítica, pero esta película es tan mala que me empujó hasta mi escritorio para ensayar algún desahogo. Es tan mala que la puedo spoilear sin culpa y con la esperanza de llevar a cabo una labor de prevención.
Entre las 154 críticas de Filmaffinity hasta la fecha, la mía es un mensaje en la botella, no para pedir sino para ofrecer socorro.
¿Cuáles son los valores en juego en esta película?
Por un lado, una adolescente deslumbrada por el mundo de los conciertos de música clásica, los clubes nocturnos de jazz, subastas de obras de arte, carrera de galgos, viajes por ciudades glamorosas como París. En síntesis: un carpe diem sofisticado y con estilo. Por el otro, la universidad de Oxford como el paraíso para una estudiante aplicada.
Pero vayamos de lo excusable a lo más indigesto:
Entre las 154 críticas de Filmaffinity hasta la fecha, la mía es un mensaje en la botella, no para pedir sino para ofrecer socorro.
¿Cuáles son los valores en juego en esta película?
Por un lado, una adolescente deslumbrada por el mundo de los conciertos de música clásica, los clubes nocturnos de jazz, subastas de obras de arte, carrera de galgos, viajes por ciudades glamorosas como París. En síntesis: un carpe diem sofisticado y con estilo. Por el otro, la universidad de Oxford como el paraíso para una estudiante aplicada.
Pero vayamos de lo excusable a lo más indigesto:
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama.
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spoiler:
Aquí se plantea un falso dilema, porque la adolescente elige mal, y aun así, tiene la posibilidad de volver atrás, rectificarse, y elegir “correctamente”.
En los grandes dramas no hay retorno.
Por ejemplo, si cometes un homicidio, ya no hay vuelta atrás, pase lo que pase, eres un asesino para el resto de tu vida.
Alguien podrá decirme que perder la virginidad es algo definitivo, y muy delicado, sobre todo si se pierde a temprana edad. Concedo que ese tema, bajo un tratamiento adecuado, puede resultar interesante y dramáticamente bellísimo, incluso en estos tiempos hedonistas y superficiales. Y precisamente, la pérdida de la virginidad es el punto medio de la historia, y con ella empieza a derrumbarse la ilusión del primer amor. Nuestro galán, en la intimidad se comporta en forma vulgar, y aquí se profundiza la sospecha de que algo anda mal, de que este personaje no es lo que parece. Pero la película no sigue por estos derroteros. Consumada la desilusión amorosa, en contadas escenas la joven se sobrepone, y no tarda en volver a su primer objetivo: Oxford.
Me gustaría convocar como eventuales espectadores a Michael Haneke, Ken Loach y Noam Chomsky, y preguntarles qué piensan de esta película. Porque yo no daba crédito a los valores que parece defender. En el último tramo me pareció ver a una especie de Rocky Balboa de biblioteca, entrenando duro para su examen de admisión en Oxford. Es entonces cuando me dije: “Y a mí qué carajo me importa si la admiten o no”. Siempre habrá otros centros educativos y otras oportunidades de estudio para una joven de clase media. Ya no me era posible acompañar a la protagonista porque la película se me impuso como superficial y snob.
No le dedicaría tanto espacio si no ostentara tantas nominaciones, serpentinas y papel picado.
En un buen drama ella debió quedarse sin el pan y sin la torta, sin príncipe azul y sin Oxford. La versión británica de un Moisés frustrado que jamás pondrá un pie en el paraíso.
Insisto, el problema no radica en la meta banal de la protagonista (otras historias también la tienen y aun así funcionan muy bien), sino en su objetivo temático, es decir, en el cambio profundo que debe operarse en el personaje al final de la historia, y que en este caso no es tal.
Y si tanto les interesa mostrar glamour, entonces, y para cerrar, me permito un par de comentarios de dandi malicioso. La actriz protagónica no da con la edad de su personaje, y se la pasa moviendo el hocico de un lado a otro con carita de roedor. Pero el galán cumple bien su rol, aunque se trate de un gordito carismático que no llegó con la dieta para la fecha del rodaje.
En los grandes dramas no hay retorno.
Por ejemplo, si cometes un homicidio, ya no hay vuelta atrás, pase lo que pase, eres un asesino para el resto de tu vida.
Alguien podrá decirme que perder la virginidad es algo definitivo, y muy delicado, sobre todo si se pierde a temprana edad. Concedo que ese tema, bajo un tratamiento adecuado, puede resultar interesante y dramáticamente bellísimo, incluso en estos tiempos hedonistas y superficiales. Y precisamente, la pérdida de la virginidad es el punto medio de la historia, y con ella empieza a derrumbarse la ilusión del primer amor. Nuestro galán, en la intimidad se comporta en forma vulgar, y aquí se profundiza la sospecha de que algo anda mal, de que este personaje no es lo que parece. Pero la película no sigue por estos derroteros. Consumada la desilusión amorosa, en contadas escenas la joven se sobrepone, y no tarda en volver a su primer objetivo: Oxford.
Me gustaría convocar como eventuales espectadores a Michael Haneke, Ken Loach y Noam Chomsky, y preguntarles qué piensan de esta película. Porque yo no daba crédito a los valores que parece defender. En el último tramo me pareció ver a una especie de Rocky Balboa de biblioteca, entrenando duro para su examen de admisión en Oxford. Es entonces cuando me dije: “Y a mí qué carajo me importa si la admiten o no”. Siempre habrá otros centros educativos y otras oportunidades de estudio para una joven de clase media. Ya no me era posible acompañar a la protagonista porque la película se me impuso como superficial y snob.
No le dedicaría tanto espacio si no ostentara tantas nominaciones, serpentinas y papel picado.
En un buen drama ella debió quedarse sin el pan y sin la torta, sin príncipe azul y sin Oxford. La versión británica de un Moisés frustrado que jamás pondrá un pie en el paraíso.
Insisto, el problema no radica en la meta banal de la protagonista (otras historias también la tienen y aun así funcionan muy bien), sino en su objetivo temático, es decir, en el cambio profundo que debe operarse en el personaje al final de la historia, y que en este caso no es tal.
Y si tanto les interesa mostrar glamour, entonces, y para cerrar, me permito un par de comentarios de dandi malicioso. La actriz protagónica no da con la edad de su personaje, y se la pasa moviendo el hocico de un lado a otro con carita de roedor. Pero el galán cumple bien su rol, aunque se trate de un gordito carismático que no llegó con la dieta para la fecha del rodaje.