Como hiciera John Huston cuarenta y cuatro años antes, Walter Hill nos cuenta cómo una pareja de buscadores de vil metal son capaces de meterse en la boca del lobo sin darse cuenta (ver spoiler).

Hill cuenta la aventura con su habitual fuerza narrativa basada en la escueta sucesión de diálogos, en la rauda sucesión de secuencias, y en la imparable sucesión de balazos. Su narración solo se detiene para mostrar en cámara lenta y con alto grado de detalle la violencia del instante en que un personaje abandona el estadio de la vida para adentrarse en el de la muerte. Lo mejor, la laberíntica y ruinosa fábrica donde acontece la acción, un escenario que da mucho juego y al que Hill le saca todo su jugo.