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España España · Zaragoza
Voto de Juan Solo:
6
Comedia Cinco historias de amor y de curiosas filias sexuales coinciden en un calenturiento verano madrileño. Dacrifilia, elifilia, somnofilia y harpaxofilia son algunas de las particulares formas de obtener placer que descubren nuestros protagonistas, pero para disfrutarlas tendrán que decidir cómo integrarlas en sus vidas. Sus sentimientos, sus miedos y sobre todo su sexualidad se transforman rompiendo tabúes, adentrándose en una etapa nueva, ... [+]
11 de abril de 2016
13 de 15 usuarios han encontrado esta crítica útil
Hay un chiste muy viejo que dice algo así como que las mujeres se esperan a que acaben las películas porno para ver si al final el chico y la chica se casan. “Kiki, el amor se hace” no es exactamente una peli porno, pero, al final, el chico y la chica, por así decirlo, se casan. Por mucho que se intente disfrazar de otra cosa, estamos ante una comedia romántica y tampoco es tan fácil romper ciertas reglas así como así. Paco León lo intenta, y desde luego tiene mucho mérito. Pero el resultado, con ser solvente, no es tan fresco, ni tan rompedor ni tan original como se nos pretende vender. Hablar de sexo, a estas alturas, puede parecer incluso trasnochado. Ya no estamos en los tiempos de la movida ni del primer Almodóvar, de quien, por cierto, el film de León recoge no pocos préstamos.

Después de sorprender con sus dos primeras películas como director, improvisando con éxito una especie de actriz en la persona de su progenitora- la cosa cuajó y ahora Carmina hace hasta anuncios en la tele y todo-, León aborda en su tercer trabajo tras la cámara el remake de un film australiano, inédito hasta ahora en España (es de desear que alguien ahora decida estrenarlo, o al menos editarlo en DVD). Dicen que el sevillano ha respetado al máximo el original, empezando por su estructura de “sketchs”, que no son tanto episodios aislados, como tramas paralelas que se cruzan y confluyen en un final único.

La película adolece pues del mal que siempre afecta a los films con los que comparte estructura. Ni todas las historias que se cruzan suscitan el mismo interés, ni hay tiempo material suficiente para desarrollar situaciones y personajes. Y lo cierto es que hay situaciones y personajes que hubieran merecido que se les sacase más jugo (como los de Alexandra Jiménez o Luis Bermejo). Hay otros episodios que, por el contrario, se alargan en exceso, como el de los feriantes, que acaba resultando algo forzado, y que sólo logra salvarse gracias la espontaneidad arrolladora de Candela Peña.

No es fácil hacer una película como ésta, ni siquiera en unos tiempos como los actuales. Como dice uno de los personajes, somos muy modernos para unas cosas, y en cambio para otras… La frontera entre lo correcto e incorrecto políticamente hablando es cada vez más difusa; uno ya no sabe si se pasa por exceso o por defecto. Y esta película peca unas veces por lo uno, y otras veces por lo otro.
Juan Solo
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