Aventura dirigida por W. Rizier con ingenuo talante de comedia pero con ese atractivo especial de las cosas sencillas, sin aspavientos ni boato.
La principal baza de la peripecia radica en sus vistosas estampas paisajistas y costumbristas ya definitivamente perdidas.
Hay que destacar que también posee su pequeña dosis de intriga, de emoción, de romance y un toque suave de erotismo inspirado por una joven B. Bardot que rondaba los diecisiete cuando se filmó la película.
Curiosidad histórica sin mayores pretensiones.