Ni me gustan los toros, ni soy antitaurino. Esto de partida.
Considero los Sanfermines una fiesta atávica y que roza lo ridículo, explotada por los ayuntamientos para hacer caja a base de guiris borrachuzos que se creen que correr delante de un toro es como hacer puenting.
Dicho esto, y que partía de unos prejuicios considerables, descubro un documental que explota su espectacularidad hasta el límite. Con una fotografía casi religiosa y narrando las cosas como son-hasta cierto punto-el director, que se sabe bueno, nos deleita con composiciones soberbias, enfoques imposibles y una factura impecable.
Lo mejor: Sin duda alguna, sus recursos técnicos.
Lo peor: Levantará ampollas en los sectores radicales del huevo 0,0.
Tensión, brío y valentía.