Esta adaptación de la novela de Bernardo Atxaga para la gran pantalla abre las puertas a la historia reciente del País Vasco. La acción principal se sitúa tras la Guerra Civil española, durante la dictadura franquista. De todas maneras, la causalidad política es solo el punto de partida de la narrativa y no el eje central. Quizá, la exposición histórica ralentiza el ritmo de los sucesos pero pone en antecedentes a la audiencia para hacer comprender el detonante del surgimiento de los comandos armados vascos.

Aunque con un escenario comprometido, Gonzalo Fernández Berridi, director de fotografía, se encarga de acompañar los hechos con la belleza de los paisajes de la zona. De esa manera, obsequia al público con un recorrido, además de turístico, a través de sus paisanos y tradiciones.

Sin embargo, no se trata de un documental histórico, sino de una trama clásica: amistad, verdad y traiciones. El largometraje se centra en la relación de David y Joseba a través de tres etapas claramente diferenciadas: infancia, juventud y edad adulta. El espectador los acompañará en su intento por saldar deudas, afrontar la verdad, superar la culpabilidad y recuperar la amistad. La sólida interpretación de los actores subraya la dureza de algunos momentos de sus vidas, pero el relato, a veces, queda interrumpido por escenas explícitas que hasta pueden parecer forzadas.

Unos personajes muy marcados en un encuadre problemático y envueltos por el encanto del País Vasco hacen de El hijo del acordeonista una propuesta alternativa. Esta película no solo entretiene con los acontecimientos protagonizados por un buen reparto sino que, además, transmite algunas nociones interesantes sobre la reciente historia de esta región del norte de España.

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