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Voto de Revista Contraste:
2
Comedia Dos artistas del engaño, una de clase alta y la otra de los barrios bajos, deciden unirse para timar a los hombres... Remake de la comedia de 1988 'Dirty Rotten Scoundrels'. (FILMAFFINITY)
17 de mayo de 2019
20 de 25 usuarios han encontrado esta crítica útil
Timadoras compulsivas es un remake de Un par de seductores, largometraje que Frank Oz dirigió en 1988 y que contó con Michael Caine y Steve Martin como protagonistas indiscutibles. La costa del sur de Francia, los variados e imaginativos timos de los protagonistas y los marcados contrastes entre los dos caracteres principales son algunos de los elementos del título original que podemos encontrar en esta nueva versión.

Sustancialmente no hay grandes diferencias entre ambas: el hecho de que las protagonistas pasen a ser mujeres no cambia el argumento ya que se respeta con acierto el choque de caracteres. Y en lo básico de la trama las dos discurren por el mismo camino. No obstante, el resultado final no puede ser más dispar.

Aunque el humor es la característica fundamental de los dos films y ni uno ni otro abandona en ningún momento el género de la comedia, Un par de seductores discurre durante todo el metraje por una inteligente y enrevesada maraña de mentiras, falsedades, zancadillas y engaños que obligan al espectador a compatibilizar la risa constante con la atención permanente para no perder el hilo de los trabajos de los protagonistas. Timadoras compulsivas, sin embargo, tras un planteamiento brillante, atractivo y muy bien pensado, descuida conforme avanza la intriga delictiva para basarse casi exclusivamente en los golpes de humor. Estos, omnipresentes, funcionan en los primeros compases, pero van perdiendo fuelle al tratarse de una repetición, en bucle y vulgar, de los aspavientos de una Rebel Wilson que vuelve a interpretarse a sí misma.

Sin el referente original Timadoras compulsivas, seguiría siendo una película mediocre y decepcionante. Mas yendo sin muchas expectativas (y manga ancha en cuanto a lo vulgar), sirve para pasar un rato entretenido. Incluso, me atrevo a añadir que puede invitar, si queremos sacar provecho del visionado, a reflexionar sobre la evolución del cine en los treinta años que han pasado desde la propuesta de Oz. Y no me refiero tanto al llamado “empoderamiento” femenino que ha transformado al tándem Caine-Martin en el de Hathaway-Wilson, sino más al hecho de la profesionalidad con la que se encara un proyecto exclusivamente dedicado a la diversión. Parece como si el hecho de realizar una comedia diese carta blanca para chapucear con el guion y no meter cabeza para culminar un trabajo bien hecho. Eso teniendo en cuenta, además, que tampoco la versión original era una obra de Arte; simplemente parecía que se tomaba más en serio al público y no se conformaba con presentar un trabajo a medio hacer.

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Revista Contraste
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