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España España · Barcelona
Voto de zoquete:
8
Drama Los Grotowski, el abuelo Buck, su hijo Hank y su nieto Sonny, trabajan como verdugos en la prisión federal de Louisiana ejecutando a los condenados a muerte. El patriarca de la familia, ya jubilado, le ha transmitido a su hijo el odio por la raza negra. Sonny, por el contrario, tiende a apartarse de la tradición familiar. Ante la inminente ejecución de un hombre negro, Sonny y una prostituta lo acompañan en sus últimas horas. Tras su ... [+]
19 de julio de 2005
85 de 99 usuarios han encontrado esta crítica útil
Jamás he estado en un corredor de la muerte. No sé si olerá a orines, a vómitos o a sudor. No sé si sus habitantes vivirán en una continua congoja llena de arrepentimiento, de odio o de incomprensión. Tal vez rían, tal vez la impotencia se torne incongruente redención. Tal vez lloren, o maldigan esa desafortunada circunstancia que les conduce a la silla eléctrica. Eso sí sé: muchos querrían saber qué sienten, pocos son los que pueden contarlo. Menos aún los que quieren contarlo.

No sé si soy racista. No sé si podría renegar de una tradición familiar sureña, renunciar a mis vínculos sociales, aceptar que mi casa se devalúe porque tengo nuevo vecino, negro. La corrección política me llena de prejuicios, me impide conocerme y me obliga a firmar todos los manifiestos ensalzados por la mayoría, experimentados por minorías. Me pregunto si eso tiene que ver con el sentido común.

“Monster’s Ball” arranca con la preparación de la ejecución de un preso negro. Se dan cita mujer e hijo, celadores y dibujos realizados por el condenado que cargan de humanidad un desconocido crimen y una reprochable vida, que debe cesar por prescripción judicial. Los carceleros preparan los últimos minutos del convicto. Recogen sus pertenencias, le afeitan, verifican los letales electrodos... se aseguran de que sean de verdad sus últimos minutos. Su día a día se mezcla con la irreversible ruptura de la rutina de los ajusticiados. Víctimas y verdugos, crimen y castigo, negro y blanco.

En una provocativa ironía del destino, la mujer y el ejecutor del reo se encuentran, se gustan, se necesitan y se aman. Como si fueran ellos los condenados, de un largo trago, como wisky apurado para evitar, para alargar sus lágrimas. Como si no fuera a existir futuro y quisieran borrar el pasado...

La historia parece ser el fallido intento de dos aspirantes a actores por conseguir su primer papel, Will Rokos y Milo Addica, que tuvieron que conformarse viendo como grandes del cine se disputaban el guión que habían escrito. A ellos se une la espectacular Halle Berry, oscarizada por esta misma interpretación, que deja la sofisticada elegancia exhibida en Operación Swordfish para calzarse una sensualísima naturalidad de madre rural al borde del abismo. Billy, el gran Billy Bob Thorton, que parecía moverse de forma discreta, casi acentuando sus papeles de maniático personajillo (“Un Plan Sencillo” o en la reciente “Bandits”), cambia a un registro de alta temperatura.

Violencia y sexo, ¿está claro? No, aún no, en esta rareza hay efectos que le proporcionan una atmósfera especial: tiempos muertos, silencios... Peligroso. Podría ser perjudicial. Uno podría hacer cualquier cosa. Incluso pensar.

¿Qué le falta? Olor. Olor a tabaco y a café, a Jack Daniels y a vómitos, a carne quemada y a sexo. O tal vez no, más bien dentro de unos años, cuando al fin instauren TechniOlor diremos “ésta que no la oloreen, resulta más auténtica sin olor”.
zoquete
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