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España España · Barcelona
Voto de zoquete:
9
Drama. Comedia Rafael dedica 24 horas al día a su restaurante, está divorciado, ve muy poco a su hija, no tiene amigos y elude comprometerse con su novia. Además, desde hace mucho tiempo no visita a su madre, internada en un geriátrico porque sufre el mal de Alzheimer. Una serie de acontecimientos inesperados le obligan a replantearse su vida. Entre ellos, la intención que tiene su padre de cumplir el viejo sueño de su madre: casarse por la Iglesia. (FILMAFFINITY) [+]
19 de julio de 2005
75 de 80 usuarios han encontrado esta crítica útil
Escucha... no, no te estoy diciendo que me oigas. ¡Escucha! Es la diferencia entre la actitud pasiva y la activa, porque para esta película lo vas a necesitar.

Brevemente, la sinopsis: Rafael, estresado propietario de restaurante, un ´malabarista que corre arriba y abajo intentando mantener el equilibrio ´, que tiene una madre con Alzheimer, una novia a quien atiende como si florero, una hija para los jueves fruto de su divorcio y un reencuentro con un viejo amigo que le devuelve sueños de su infancia. También tiene dos grandes amigos, inseparables compañeros: su encendedor y su móvil. Un ataque de corazón y un ´¿qué mierda estoy haciendo con mi vida?´, una oferta de una multinacional para comprarle el restaurante y un entrañable padre que se declara tan absolutamente enamorado de su mujer que desea llevarla a la vicaría, tras cuarenta y cuatro años casados por lo civil, ´lo único que no le he concedido´. Un cóctel de lágrima fácil...

¡No!

De lágrima, pero no fácil. Escuchadme: quienes hayan visto la sumamente recomendable ´El niño que gritó puta´ del mismo director sabrán que no hablamos de un Michael Landon, sabrán que la dureza no le resulta ajena. Pero, a diferencia de aquélla, comprobarán también que se puede encontrar amabilidad entre la miseria humana, que el cinismo no deja de ser una coraza timorata y que la poesía se puede consumir sin edulcorantes.

Si el director ya supone un aval, los actores merecen un aplauso rotura de muñecas. Desde Ricardo Darín que no presenta fisura alguna a su novia en la pantalla, Natalia Verbeke. Héctor Alterio como anciano padre merece un pedestal, por la espléndida interpretación y porque todo lo perceptible, también lo imperceptible, y lo aperceptible, lo properceptible, superperceptible, ultraperceptible, noséquéperceptible se armonizan en uno que nos conmueve y nos hace desear encontrárnoslo por la calle, incluso mejor, mirar de otra manera a quien nos encontremos por la calle.

Categoría especial para Norma Aleandro, como la madre. Pasa de la dulzura a la vulgaridad sin apenas transición, sin ese velo de pudor del que tanto cuesta desprendernos. Pierde la mirada en no sé qué rincón de su memoria mientras nos descubre sus inquietudes más infantiles. Nos arroja su severo semblante que estoicamente soportamos para estallar en una tosca carcajada que nos la devuelve adorable. No culpéis a quienes se enternezcan más de la cuenta o, por el contrario, permanezcan demasiado impasibles. Como el documento nacional de identidad, son sensaciones personales e intransferibles.

Despójate de los guantes que confunden tacto con presión. Líbrate de resfriados que conviertan tu nariz en un simple apéndice nasal y, sobretodo, no se te ocurra enmascarar tu gusto tras una previsible capa de caramelo. Cálzate los cinco sentidos y experimenta con unos sentimientos que, de tan milimétricamente reales, parecen ficción. Esa ficción que todos quisiéramos tener la lucidez de alumbrar.
zoquete
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