Quien se haya criado junto al mar, con rocas e islas cercanas, viendo esta película se sentirá como retornado a sus vivencias marítimas juveniles, a ese espacio vitalista donde abunda el azul incomparable. Así mismo lo he experimentando yo al ver esta isla de las focas, con la playa y las casitas a los pocos metros de la marea, con la pesca de la caballa y las sopas de algas, con el horizonte marino cambiante repentinamente, y sobre todo con las narraciones contadas por los mayores ante la atención absorta de la muchachita rubia de nombre "Fiona" (Jeni Courtney) que las incorpora en sus mente para con el tiempo poder hacerlas realidad y en todo caso para algún día transmitirla a su vez a otros oyentes; exactamente igual que a muchos no pasó y nos pasa: primero fuimos receptores de humanidad y luego transmisores.

¡Preciosa película, narrativa, poética, naturalista, manjar para gente tranquila que lleva y ama la sal y la brisa del mar por sus venas!

Fej Delvahe