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Voto de urbana:
9
5,7
542
Drama
Junio de 1935. En un lugar de Paraguay, Cándida y Ramón, un matrimonio anciano de campesinos, esperan el regreso de su hijo, que partió al frente para luchar en la Guerra del Chaco. También esperan la llegada de la lluvia (que no llega nunca), del viento (que no sopla), que el calor desaparezca (que sigue impertérrito a pesar de la estación) y en definitiva esperan que las cosas mejoren. Pero dentro de la pareja cada uno ve las cosas a ... [+]
11 de octubre de 2009
13 de 16 usuarios han encontrado esta crítica útil
Bellísima película de la directora paraguaya Paz Encina. Una verdadera joya artística.
Se trata de una historia pequeña, pero enorme en su universalidad. Relatada con delicadeza y sensibilidad, es un retrato sencillo pero de gran humanidad de estos seres olvidados.
Se trata de una historia pequeña, pero enorme en su universalidad. Relatada con delicadeza y sensibilidad, es un retrato sencillo pero de gran humanidad de estos seres olvidados.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama.
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spoiler:
El escenario es el interior de una Paraguay detenida en el tiempo, y los personajes son un matrimonio de campesinos, trabajadores de la tierra, nobles, humildes, que esperan la llegada de su hijo de la guerra. La película nos habla de esa eterna espera. Una espera que también es la espera por que venga la lluvia que alivie la sequía y el calor. Es la espera por que el perro a lo lejos cese sus repetidos ladridos para darles un descanso a sus oídos. Es la espera eterna por aquello que no nunca llega...
Es notable el trabajo de cámara, que a través de planos fijos y alejados nos muestra a sus personajes desde la distancia, como a dos pequeños seres totalmente mimetizados con su entorno. Rara vez vemos sus rostros de cerca, como si de esta manera la directora quisiera resguardar su intimidad, su dolor. Somos simplemente espectadores contemplativos y reflexivos.
Unos diálogos disociados de la imagen -los diálogos en guaraní en se presentan como voces en off- refuerzan esta idea de eterna espera. Como si diera lo mismo el qué se dice o cuándo se dice. Siempre se espera de la misma manera.
Finalmente, es enormemente elogiable el trabajo de fotografía a la par del de la banda de sonido. Con una puesta en escena mínima, que logra una síntesis de formas y tonos, y una banda que nos transmite los sonidos escenciales, se logra una película de una conmovedora belleza, singular, inusual.
Celebro que se nos cuente un relato que nos acerca al Paraguay. Y cuando ese relato posee la impronta del talento, la sensibilidad y la maestría de una directora como Paz Encina, la experiencia es sencillamente extraordinaria.
Es notable el trabajo de cámara, que a través de planos fijos y alejados nos muestra a sus personajes desde la distancia, como a dos pequeños seres totalmente mimetizados con su entorno. Rara vez vemos sus rostros de cerca, como si de esta manera la directora quisiera resguardar su intimidad, su dolor. Somos simplemente espectadores contemplativos y reflexivos.
Unos diálogos disociados de la imagen -los diálogos en guaraní en se presentan como voces en off- refuerzan esta idea de eterna espera. Como si diera lo mismo el qué se dice o cuándo se dice. Siempre se espera de la misma manera.
Finalmente, es enormemente elogiable el trabajo de fotografía a la par del de la banda de sonido. Con una puesta en escena mínima, que logra una síntesis de formas y tonos, y una banda que nos transmite los sonidos escenciales, se logra una película de una conmovedora belleza, singular, inusual.
Celebro que se nos cuente un relato que nos acerca al Paraguay. Y cuando ese relato posee la impronta del talento, la sensibilidad y la maestría de una directora como Paz Encina, la experiencia es sencillamente extraordinaria.