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España España · Barcelona
Voto de reporter:
7
Drama Tras someterse a una cura de desintoxicación para dejar el alcohol, Marco, un maduro viajante de comercio, intenta cambiar el rumbo de su vida. Como parte del tratamiento, se le sugiere que elija un hobby, y él se decide por la pesca. Viaja entonces a Puerto Deseado porque es la temporada de pesca del tiburón, pero también porque su hija Ana vive allí y no sabe nada de ella desde hace años. (FILMAFFINITY)
15 de marzo de 2013
13 de 14 usuarios han encontrado esta crítica útil
Dicen que segundas partes nunca fueron buenas. Con ellas se pierde el factor sorpresa; se pierde una innovación sin la cual, se supone, ya no se puede lograr en el espectador el impacto imprescindible para que la película en cuestión cale en él con las sensaciones agradables que, siempre en teoría, estaban reservadas para la primera entrega de la saga de turno. Pero, claro está, no hay regla que no sea confirmada por sus respectivas excepciones, y el cine, que no es la excepción, no escapa a dicho principio. En esta misma línea, la carrera artística de Carlos Sorín es quizás una de las más fieles a sí misma, es una de las que, por mucho que pasen los años, ofrece poquísimas alternativas a un discurso originario en el que han pivotado la práctica totalidad de sus posteriores propuestas.

Véase su último trabajo, 'Días de pesca', en el que Carlos Sorín nos lleva, una vez más, a su querida Patagonia. La cámara no se despega jamás de un personaje 100% soriniano, excelentemente interpretado por un Alejandro Awada que con su sobrecogedora voz de tenor además nos regala uno de los momentos cinematográficos de la temporada, lección maestra de cómo cautivar... mientras al respetable se le hiela la sangre. De sonrisa agradable, sencillez en la conversación y entrañable en el tacto humano, un padre ex alcohólico, en el invierno de su vida y con la excusa de la temporada de pesca de tiburones en Puerto Deseado, decide reencontrarse con su hija, a la que hace años perdió la pista. Por el camino se cruzará con personajes tan o más sorinianos que él, en lo que es un típicamente soriniano peregrinaje. La lista de ingredientes en la receta se alarga, pero como se ha dicho, no hace falta seguir leyendo, pues al fin y al cabo sigue sin haber nada nuevo pues bajo el sol de la Argentina más austral.

¿Y qué? Es más, que así siga, porque 'Días de pesca' deja bien claro que las buenas fórmulas; las auténticas, por mucho que se repitan, no pueden llegar a cansar. En este caso en concreto, con apenas una hora y cuarto de duración de la historia (no falta, tampoco sobra un solo minuto), es todavía más difícil que surja el agotamiento. No obstante, no se trata de la cantidad de metraje, sino de cómo (retomando los adjetivos empleados para describir al personaje de la historia) lo sencillo, lo cálido y lo mínimo, empleado en la justa medida (cada elemento en la proporción adecuada para no llegar a entrar en los siempre peligrosos terrenos de la cursilería), configura un producto muy cercano a la universalidad. Tiene tanto de drama familiar como de compendio de experiencias vitales deliciosamente irrelevantes. La tragedia más dura no se muestra pero se siente.

Tres cuartos de lo mismo sucede con la ternura, que aquí se nos muestra, como era de esperar de un autor tan sincero como Sorín, en su máxima expresión. No obstante, en un filme tan cargado de bondad, la tragedia (la más brutal; la más traumática... se intuye) está igualmente presente, pero de forma elíptica, no a través de saltos temporales, no a través de amplias disertaciones, sino, como debe ser, a través de las miradas, los gestos y, en definitiva, la actitud de unos personajes tan reales que lo que más les marca es el fuera de campo; aquello que la cámara, por supuesto, no puede captar. Al final, queda la sensación de que está todo cerrado... cuando hay infinitos cabos sueltos. Parece que se haya contado todo... y quede todo por contar. Maravillosa sensación que solo puede ser fruto de la sublimación de un estilo, plasmado en una película tan directa como -efectivamente- sincera y sí, perfecta dentro de sus pretensiones; inmensa en su microcosmos.
reporter
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