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Voto de reporter:
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Aventuras. Acción
Inglaterra, siglo XIII. Robin Longstride (Russell Crowe), un magnífico arquero que ha luchado en las Cruzadas al servicio del rey Ricardo Corazón de León (Danny Huston), vuelve de Tierra Santa luchando contra los franceses y saqueando poblados. Cuando Ricardo muere alcanzado por una flecha, Robin se traslada a Nottingham para cumplir una promesa que hizo a Sir Robert Loxley (Douglas Hodge) antes de morir: llevar su espada a su padre, ... [+]
12 de mayo de 2010
28 de 42 usuarios han encontrado esta crítica útil
Mucho crédito a mi entender se había pimplado últimamente Ridley Scott. Entre insulsas aventurillas antiterroristas en Oriente Próximo (que parecían rodadas por Tony, el eterno hermano en la sombra) y con sobrevaloradas historias criminales sobre gángsters setenteros, que desde el primer fotograma pedían de forma descarada la atención -finalmente no correspondida- de la Academia, parecía que la sequía creativa del prestigioso director se estaba alargando demasiado. Eso sí, al mismo tiempo se confirmaba una vez más la trayectoria errática de un cineasta que desde el principio ha hecho de su carrera artística una auténtica montaña rusa, donde se ha mostrado capaz de lo mejor y de lo peor.
Es por esto que había que recibir con los brazos abiertos este ‘Robin Hood’, ya que no suena demasiado descabellado interpretar este proyecto como un movimiento casi a la desesperada para recuperar el prestigio perdido. ¿Recuerdan a Kevin Smith resucitando a sus ‘Clerks’ para meterlos a trabajar en una hamburguesería? Pues más o menos lo mismo pero con ‘Gladiator’. Ahí va el reto después de visionar lo nuevo del Sr. Scott: buscar las diferencias entre la acción ubicada en las Islas Británicas medievales y la que hallamos en la Roma imperial. A modo de anotación a pie de página, tengan por seguro que de tratarse de un partido de fútbol, los puntos en común ganarían por goleada a los divergentes. El héroe repudiado por el nuevo orden establecido, los vínculos paterno-filiales de repuesto, el peinado de Russell Crowe...
No creo que a priori se tenga que ver esta repetición de la jugada con malos ojos, ya que a pesar de que diez años después la propuesta haya cambiado tan poco, el recuerdo de la anterior experiencia es bueno (incluso el de la incursión de Scott en las Cruzadas con ‘El reino de los cielos’, que por periodo histórico debería estar también cerca de ‘Robin Hood’). Al fin y al cabo el realizador británico ha demostrado en reiteradas ocasiones que con los medios adecuados puede concebir espectáculos muy satisfactorios. Para el filme que nos concierne cuenta con actores galardonados, con muchísimo pedigrí o actualmente en alza; cuenta con el guionista autor de las brillantes adaptaciones de ‘L.A. Confidential’ y ‘Mystic River’; cuenta también con un soporte económico nada despreciable...
No obstante en ‘Robin Hood’ los factores no acaban sumando tanto como indicaban los pronósticos. La correcta labor del elenco de intérpretes secundarios se ve tristemente eclipsada por la pareja protagonista, que no puede/quiere tapar los tics que vienen arrastrando en sus últimos trabajos. Russell Crowe va con el piloto automático puesto y a veces parece que esté pensando más en los añorados quilos que ha tenido que perder, que en “robar a los ricos para dar a los pobres”.
Es por esto que había que recibir con los brazos abiertos este ‘Robin Hood’, ya que no suena demasiado descabellado interpretar este proyecto como un movimiento casi a la desesperada para recuperar el prestigio perdido. ¿Recuerdan a Kevin Smith resucitando a sus ‘Clerks’ para meterlos a trabajar en una hamburguesería? Pues más o menos lo mismo pero con ‘Gladiator’. Ahí va el reto después de visionar lo nuevo del Sr. Scott: buscar las diferencias entre la acción ubicada en las Islas Británicas medievales y la que hallamos en la Roma imperial. A modo de anotación a pie de página, tengan por seguro que de tratarse de un partido de fútbol, los puntos en común ganarían por goleada a los divergentes. El héroe repudiado por el nuevo orden establecido, los vínculos paterno-filiales de repuesto, el peinado de Russell Crowe...
No creo que a priori se tenga que ver esta repetición de la jugada con malos ojos, ya que a pesar de que diez años después la propuesta haya cambiado tan poco, el recuerdo de la anterior experiencia es bueno (incluso el de la incursión de Scott en las Cruzadas con ‘El reino de los cielos’, que por periodo histórico debería estar también cerca de ‘Robin Hood’). Al fin y al cabo el realizador británico ha demostrado en reiteradas ocasiones que con los medios adecuados puede concebir espectáculos muy satisfactorios. Para el filme que nos concierne cuenta con actores galardonados, con muchísimo pedigrí o actualmente en alza; cuenta con el guionista autor de las brillantes adaptaciones de ‘L.A. Confidential’ y ‘Mystic River’; cuenta también con un soporte económico nada despreciable...
No obstante en ‘Robin Hood’ los factores no acaban sumando tanto como indicaban los pronósticos. La correcta labor del elenco de intérpretes secundarios se ve tristemente eclipsada por la pareja protagonista, que no puede/quiere tapar los tics que vienen arrastrando en sus últimos trabajos. Russell Crowe va con el piloto automático puesto y a veces parece que esté pensando más en los añorados quilos que ha tenido que perder, que en “robar a los ricos para dar a los pobres”.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama.
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spoiler:
Mientras, Cate Blanchett va a lo suyo, es decir, dejando constancia en cada frase; en cada gesto lo rematadamente buena que es... intentando justificar siempre por qué merece monopolizar la pantalla. ¿Horribles los dos? En absoluto, pero cabía esperar mucho más de ellos, lo cual desgraciadamente va a ser la máxima que resuma las impresiones que despierta la cinta.
El texto de Helgeland tampoco es la excepción. Su principal pega es que a lo largo de más de dos horas y media no sabe encontrar su personalidad. En estos tiempos en los que las tan de moda y tan influyentes películas de superhéroes están en permanente debate acerca del enfoque que hay que dar a sus historias (para entendernos, el conflicto está entre la profundidad y trascendentalismo de Christopher Nolan y las ganas de juerga de Jon Favreau), este ‘Robin Hood’ se muestra con ganas de contentar a ambas tendencias... sin destacar en ninguna de ellas. Se abren muchas tramas y se presentan muchos personajes, cada uno con sus ambiciones y vicisitudes, pero ninguno de ellos consigue dejar el menor poso. Se intenta llegar al corazón del espectador apelando a la épica y a valores ético-sociales muy modernos, pero todo resulta ser muy frío; muy mecánico.
En el ojo del huracán nos topamos de nuevo con el Sr. Ridley Scott, a quien sin duda hay que achacarle gran parte de la culpa por este relativo fiasco. Es lo que pasa cuando no paran de mostrarse señales (siendo la más evidente el poco punch de los desangelados set piece) de que en realidad quizás se han tomado las riendas del proyecto por puro encargo y/o compromiso. En efecto, esta historia larguísima y demasiado errática sobre los supuestos orígenes del héroe (por cierto, vayan quitándose de la cabeza el empaparse de las clásicas emboscadas en el bosque de Sherwood) está contada con escaso brío y fuerza... lo justo y gracias, como si la época de guerra que describe la historia se hubiera adueñado de la dirección.
Que sirva también de prueba el hecho que sea en los créditos finales donde se den los más evidente coletazos de carácter, aunque todo huela a publicidad subliminal del sello Scott Free. Sólo queda pues una triste sombra de aquella Roma esplendorosa, que atrapaba tanto por su empaque visual como por la facilidad de entrar en una narrativa ágil, que como tal impactaba y emocionaba al respetable con enorme facilidad. Lo que nos queda ahora son las penumbras del medievo, en las que reina la oscuridad, la confusión y el escaso interés. No llega a aburrir -un mérito teniendo en cuenta el extenso metraje-, pero como se ha dicho antes, se esperaba mucho más Ridley... lo cual ya suena a disco rayado cada vez que nos llega una nueva película suya.
El texto de Helgeland tampoco es la excepción. Su principal pega es que a lo largo de más de dos horas y media no sabe encontrar su personalidad. En estos tiempos en los que las tan de moda y tan influyentes películas de superhéroes están en permanente debate acerca del enfoque que hay que dar a sus historias (para entendernos, el conflicto está entre la profundidad y trascendentalismo de Christopher Nolan y las ganas de juerga de Jon Favreau), este ‘Robin Hood’ se muestra con ganas de contentar a ambas tendencias... sin destacar en ninguna de ellas. Se abren muchas tramas y se presentan muchos personajes, cada uno con sus ambiciones y vicisitudes, pero ninguno de ellos consigue dejar el menor poso. Se intenta llegar al corazón del espectador apelando a la épica y a valores ético-sociales muy modernos, pero todo resulta ser muy frío; muy mecánico.
En el ojo del huracán nos topamos de nuevo con el Sr. Ridley Scott, a quien sin duda hay que achacarle gran parte de la culpa por este relativo fiasco. Es lo que pasa cuando no paran de mostrarse señales (siendo la más evidente el poco punch de los desangelados set piece) de que en realidad quizás se han tomado las riendas del proyecto por puro encargo y/o compromiso. En efecto, esta historia larguísima y demasiado errática sobre los supuestos orígenes del héroe (por cierto, vayan quitándose de la cabeza el empaparse de las clásicas emboscadas en el bosque de Sherwood) está contada con escaso brío y fuerza... lo justo y gracias, como si la época de guerra que describe la historia se hubiera adueñado de la dirección.
Que sirva también de prueba el hecho que sea en los créditos finales donde se den los más evidente coletazos de carácter, aunque todo huela a publicidad subliminal del sello Scott Free. Sólo queda pues una triste sombra de aquella Roma esplendorosa, que atrapaba tanto por su empaque visual como por la facilidad de entrar en una narrativa ágil, que como tal impactaba y emocionaba al respetable con enorme facilidad. Lo que nos queda ahora son las penumbras del medievo, en las que reina la oscuridad, la confusión y el escaso interés. No llega a aburrir -un mérito teniendo en cuenta el extenso metraje-, pero como se ha dicho antes, se esperaba mucho más Ridley... lo cual ya suena a disco rayado cada vez que nos llega una nueva película suya.