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España España · Barcelona
Voto de reporter:
3
Fantástico. Aventuras El pacífico reino de Azeroth está a punto de entrar en guerra para enfrentarse a unos terribles invasores: orcos guerreros que han dejado su destruido mundo para colonizar otro. Al abrirse un portal que conecta ambos mundos, un ejército se enfrenta a la destrucción, y el otro, a la extinción. Dos héroes, uno en cada bando, están a punto de chocar en un enfrentamiento que cambiará el destino de su familia, su pueblo y su hogar. Así ... [+]
5 de junio de 2016
21 de 37 usuarios han encontrado esta crítica útil
Randy Marsh, geólogo y padre de familia afincado en un pequeño y pacífico pueblo de Denver, estaba en estado de shock. Acababa de tener una bronca brutal con su querido hijo, Stan, a causa de un demoníaco videojuego y la no menos demoníaca influencia que éste ejercía sobre él. La cosa ya hacía tiempo que iba mal, pero lo del último fin de semana fue la gota que colmó el vaso. Los nubarrones que asolaban la localidad desde hacía meses se habían disipado por fin, y aún así, el chaval se negaba a salir del hogar... Es que ni de la habitación se le podía sacar. Aquello no era vida. ''Mira hijo, sinceramente creo que deberías mover un poco el culo, levantarte de la silla, ejercitar un poco las piernas, que te dé un poco el aire... Deberías estar socializando con tus amigos'', dijo el padre, a lo que el mocoso espetó: ''¿Eres retrasado, papá? ¿Es que acaso no ves que ya estoy socializando con mis colegas? ¿No entiendes que estoy conectado a un MMORPG con gente de todo el mundo y que estoy ganando puntos de experiencia junto a mis colegas mientras uso el teamspeak?'' La contestación cayó como una losa y se hizo el más incómodo de los silencios, tras el cual, simplemente: ''No soy un retrasado...''

Y así se quedó el pobre Randy, repitiendo para sus adentros ese instintivo y tonto contraataque, que para nada le sirvió a la hora de proteger una autoestima que, también sea dicho, ya llegaba maltrecha a aquel fatídico momento. ''No soy un retrasado...'', se decía a él mismo, ''No soy un retrasado... No soy un retrasado...'' Pero lo cierto es que no había entendido un carajo de lo que su retoño le acababa de escupir. Ni media palabra. ''No soy un retrasado...'' ¿MMORPG? ¿Puntos de experiencia? ¿Teamspeak? ''No soy un retrasado...'' O tal vez sí lo era. Lo era, no había dudas al respecto, a ojos de una comunidad que, sin haberse él enterado, había creado (y se había encerrado-en) su propio mundo. Azeroth, lo llamaban, un nombre filo-mitlógico cuya mera pronunciación en voz alta era capaz de desatar una avalancha de buenas memorias y sensaciones en cualquiera que hubiera visitado, ni que fuera durante unos pocos minutos, sus vastas tierras. Randy Marsh, triste geólogo de profesión y devastadísimo padre de familia, no se encontraba entre estos afortunados, y claro, al verse tan desplazado; tan fuera de su elemento, no pudo sino sentirse como un auténtico retrasado.

A Trey Parker y Matt Stone, resolver la escena les llevó poco más de veinte segundos. En ellos, lograron comprimir la mismísima esencia del eterno choque intergeneracional, pero también el que surge cada vez que la burbuja freaky se ve obligada a entrar en contacto con el mundo real, el mismo en el que, muy a su pesar, existe. La tensión está más que garantizada; la explosión entre incomprensiones e incomprendidos, también. Visto con la necesaria distancia, el asunto tiene -mucha- gracia. Los responsables de South Park supieron verla y plasmarla no sólo en la secuencia comentada, sino también, en un capítulo para enmarcar (''Make Love, Not Warcraft'') que, por si no fueran suficientes todas las risas brindadas a lo largo de -otros- veinte gloriosos minutos, ayudó a encumbrar aún más en los altares, tanto la serie televisiva (faltaría más) como la saga de videojuegos a la que, a pesar de todo, se rendía homenaje.

La jugada fue redonda, un win-win antológico en el que ambos productos y formatos salieron ganando, y de qué manera. En esto debería traducirse cada acercamiento a ese material por el que, teóricamente, tanto amor profesas, ¿no? Esto mismo debería suceder, vaya, con cada adaptación, sin importar de dónde venimos, y mucho menos dónde terminamos. Pues va a ser que no. 'Warcraft: El origen', nueva película de Duncan Jones, es un desastre de tales proporciones que ya de entrada cuesta determinar por dónde debe empezarse el diagnóstico. Es el conocido como Síndrome Montgomery Burns, en el que la única razón que explica el no-colapso del cuerpo infectado, es que las enfermedades se acumulan de tal manera que se estorban las unas a las otras. Desde el punto de vista científico, hasta podría ser fascinante... a ojos del espectador, el glaucoma en la retina está, ya a la media hora, en plena metástasis. ¿Es esto posible? Por lo visto, con el hijo de David Bowie y Blizzard Entertainmente uniendo fuerzas, sí. Los nerds lo van a llamar ''Fel'', pero que no te líen. No eres un retrasado, esto no es más que una gran energía... tan potente como potencialmente venenosa.

Entonces... ¿por dónde empezamos? Por lo que se ve a simple vista; por lo que nos está causando el cáncer de ojos, vaya. Por una dirección de actores nefasta (con Dominic Cooper no se logra entender qué demonios pretende en ninguna de las escenas en las que aparece, y es sólo un ejemplo de los muchos que encontramos en, sin duda, uno de los castings más tristemente inexplicables de los últimos años) o por un guión empeñado en hacer de lo simple algo desesperantemente complicado. En este sentido, es de lamentar que un texto que tiene la valentía de tomarse tantos riesgos, nos descubra que ninguno de ellos importa lo más mínimo. El problema está, seguramente, en las deficiencias en el zoom con las que se trabaja. Falta perspectiva, planificación y sobre todo, (auto-)conciencia de producto. De repente, nos olvidamos de la coletilla que le hemos puesto al título, o dejamos de creer en los prólogos con chicha. La introducción y el posterior desarrollo y resolución de los diversos frentes se hace siempre a través de la torpeza del atropello. Como el -mal- alumno que no se da cuenta, hasta que no faltan diez minutos para entregar el examen, de todo el tiempo que ha derrochado durante las dos horas que le han dado para responder todas las preguntas.

Por su parte, Duncan Jones, autor de, recordemos 'Moon' y 'Código fuente', está totalmente desaparecido en combate. No se sabe si por exigencias del estudio o si directamente, por ineptitud ante el reto. Más allá de
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
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