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Voto de Martes Carnaval:
7
Drama Oscar es un niño de diez años que está internado en un hospital infantil. Ni sus padres ni los médicos se atreven a decirle la verdad sobre su enfermedad. Sólo Rose, la repartidora de pizzas, una mujer de bruscos modales, es capaz de ganarse su confianza y entretenerlo. Un día, le propone un juego: imaginar que cada día que pasa equivale a diez años, de modo que, en unos días, Oscar alcanzaría una larga vida. Además, para conseguir que ... [+]
15 de abril de 2011
16 de 18 usuarios han encontrado esta crítica útil
Es una película que se agradece aunque no llega a ser redonda por la dificultad intrínseca del ambicioso objetivo que se ha marcado su Director, Eric-Emmanuel Schmitt, que hace que la película terminada solo sea una aproximación —si bien bastante cercana— a lo que se pretendía.

Se trata de dulcificar una dura realidad sin caer en la sensiblería, para ello se cuenta con dos personajes: el niño Oscar y la mujer de rosa, Rose, sobre los que bascula toda la acción. Sin quitarles mérito a los dos actores que los interpretan, creo que no se agotaron las posibilidades que brindaba la selección del reparto para los dos protagonistas de la historia. La película es en un 80% estas dos interpretaciones y se debió haber dado prioridad a escoger a quienes las desarrollasen sin ninguna fisura. El personaje de Oscar —interpretado por Amir— chirría poco, pero lo suficiente como para ver en ocasiones a un niño que actúa en vez de a un niño con una grave enfermedad. El personaje de Rose chirría ya desde el guión: es demasiado complejo para que resulte verosímil a tiempo completo. Michèle Laroque hace lo que puede con él —por lo que no tiene sentido criticarla como actriz—, pero las contradicciones del personaje le desbordan en más de una ocasión.

Si hubiera que buscarle referencias a esta película, me vienen a la cabeza inmediatamente tres: "Marcelino, Pan y Vino" de Ladislao Vajda, "La vida es bella" de Roberto Benigni y "Planta 4ª" de Antonio Mercero. Pero esta película no sólo tiene antecedentes sino también secuelas puesto que, a pesar de lo reciente de su estreno (2009), ha dado ya lugar a una nueva versión, dirigida por David Nixon; versión muy libre y mucho más instrumental desde el punto de vista religioso y que, por su inmediatez respecto a la que estamos comentando, ha hecho que se confundan los carteles de ambas en más de una web especializada.

Las escenas oníricas o imaginadas son desiguales. El cuadrilátero de la bola de cristal da mucho juego, pero las otras resultan a la postre pobres.

La película es vitalista en cuanto que reivindica la alegría de vivir, y no se equivoca en las recetas que da: Reinventar la realidad, al verla con otros ojos, querer a quienes nos quieren, enamorarse y asumir con buen espíritu lo irremediable.

La militancia creyente de la película, que es una pata del armazón fílmico, se proclama desde el título, por lo que no se intenta engañar a nadie.

Es difícil no emocionarse con una película cuya temática golpea en lo más profundo de nuestra humanidad, pero la emoción, como el miedo, es libre.
Martes Carnaval
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