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Mongolia Mongolia · Escala de Richter
Voto de Eric Packer:
7
Drama Eugenio pasa el verano cuidando la casa de sus tíos, que alguna vez fue suya, mientras busca inspiración para un guion que está escribiendo. Martín no tiene ninguna ocupación y se ofrece a trabajar en esa casa haciendo todo tipo de arreglos. Se conocieron hace tiempo, siendo chicos, y no se volvieron a ver desde entonces. Pero la relación se reestablece en base a engaños: Martín no tiene dónde dormir, pero le miente a Eugenio. Y Eugenio ... [+]
6 de abril de 2014
14 de 15 usuarios han encontrado esta crítica útil
De Marco Berger he visto su filmografía completa, hasta ahora, desde sus cortometrajes cuasi amateurs Una Última Voluntad (que remite, un poco, a Un Chant D’Amour de Jean Genet) y El Reloj hasta su enigmática y oscura Ausente habiendo pasado por sus opera magna Platero (corto incluido en el colectivo Cinco) y la indispensable Plan B. Y si alguna cualidad o rasgo distintivo hay por destacar en su forma de hacer películas es que el suyo más allá de ser cine gay –que lo es, temáticamente– es cine que tiene como ancla el deseo: Hawaii –como Plan B, como Ausente, o sus cortos El Primo y Brazos Rotos incluidos en Tensión Sexual, Vol. 1: Volátil– es una enternecedora fantasía homoerótica en la que los personajes se ven maniatados por sus prejuicios –o los que la sociedad les ha impuesto–, son incapaces de manifestar, quizás por las consecuencias que esto pudiese llegar a tener –el rechazo, sobre todo–, o algún complejo de culpa de origen religioso lo más seguro, las emociones que comienzan a bullir en su interior a partir de que la mirada de uno se fija en el otro. Hawaii comienza con un silencioso y solitario joven rubio de aura misteriosa que, como en los mejores westerns de la historia del cine, arriba a un pueblo y transita sus calles con recelo –no carga un arma en el cinturón y tampoco viene a caballo, en cambio trae su mochila al hombro y los jeans empolvados–, sus gestos no son duros a la Clint Eastwood sino gentiles, pero al igual que los héroes del Viejo Oeste representados por este el mutismo es su principal característica –lo que no se dice con palabras y sí con miradas así como la contención de emociones son otros de los sellos autorales en el cine de Berger– su errático comportamiento y la pregunta que le hace a una lugareña nos hace pensar en un inicio que es una deuda del pasado lo que ha venido ahora a saldar al pueblo este aparente hombre sin nombre. El transcurrir de la historia, hay que decirlo con una sobrecargada banda sonora que embrutece en ciertos momentos la delicadeza de las imágenes, nos lleva a conocer a Eugenio –interpretado por el otrora protagonista de Plan B– un escritor que reside en una vieja casa de campo adonde ha ido a recluirse con el fin de concretar su primera novela, casa a la que Martín, nombre del anónimo joven rubio que provino de la nada en un inicio, llega una mañana solicitándole laburo; este encuentro nos confirma que Martín no ha aparecido en realidad casualmente y de la nada sino como supusimos, del pasado: ambos fueron vecinos en la infancia y esta vieja finca viene a convertirse algo así como en la montaña Brokeback en la que alguna vez descubrieron esa desconocida emoción a la que no pudieron poner freno Jack y Ennis, en este caso Martín y Eugenio van tensando el hilo de sus coqueteos y cediendo a la tentación mientras su comportamiento se va infantilizando al punto de que se ponen a jugar con una escopeta de balines y nadan desnudos en el río siendo que ya ambos están entrados casi en la treintena, guiño a Proust y al tiempo perdido que puede llegar a ser recuperado. Una teoría que pongo sobre la mesa tras el visionado de Hawaii es que hay un inteligente juego de metaficción creado por Berger que recuerda mucho al que Ozon planteara en Swimming Pool: Eugenio, de oficio escritor, escribe la historia que estamos viendo, la llegada de Martín, su vida de anacoreta en la naturaleza, su deseo irreprimible por Eugenio pero que al momento de concretarse con un beso lo atemoriza al saber que su deseo se ha vuelto infatuación por lo que lo hace desaparecer de la historia, cuando se da cuenta de que cometió un error grave al alejarlo es necesario traerlo de vuelta así como recurrir, a través de la palabra ananá, al pasado, ese momento donde no había ningún temor por ser y hacer lo que ambos quisieran. Si algo se le agradece a Berger es que su historia no tiene un final tan dramático como si lo tuvieron la propia Brokeback Mountain o Weekend, historias relativamente recientes que son emblemáticas en el cine gay contemporáneo.
Eric Packer
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