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España España · Sevilla
Voto de Mario:
9
Drama Georges y Anne, dos ancianos de ochenta años, son profesores de música clásica jubilados que viven en París. Su hija, que también se dedica a la música, vive en Londres con su marido. Cuando, un día, Anne sufre un infarto que le paraliza un costado, el amor que ha unido a la pareja durante tantos años se verá puesto a prueba. (FILMAFFINITY)
27 de mayo de 2013
1 de 1 usuarios han encontrado esta crítica útil
Un piso burgués con muebles elegantes, ya ajados, cuadros impresionistas y otros del pintor danés Hammershoi- heredados por Haneke de sus padres -, techos altos, puertas y ventanas algo desvencijadas, libros, un piano... Lo habita un matrimonio de músicos octogenarios. Son felices. Vuelven del concierto que ha dado un brillante alumno de ella en un prestigioso teatro parisino. La historia que cuenta el film es bien conocida: la decadencia que produce la edad en las personas. No voy a comentar nada de ella, con sólo una escena creo que bastará. En concreto la que tiene lugar cuando el alumno predilecto de Anne, Alexander, que ha triunfado como pianista, va a visitarla. La encuentra en una silla de ruedas y la mira sorprendido. Anne le dice: “Estoy verdaderamente orgullosa de usted, estuvimos en el concierto y estamos deseando comprar el CD del mismo. No me lo regale, queremos contribuir al menos con 20 euros al éxito que está teniendo”. Él le contesta: “Usted ya ha contribuido mucho a mi carrera señora, le debo tanto...Recuerdo que a los 12 años, la primera vez que me dio clases, me pidió que tocara las Bagatelles de Beethoveen, y yo con mi insolencia juvenil le pregunté: ¿Por qué las Bagatelles? Nunca he podido olvidar aquél día”. Les cuenta sus éxitos en Londres, en Copenhague, en París y les dice que su ilusión es grabar todas las sonatas de Schuber. Entonces Anne le pregunta: “¿Quisiera hacerme un favor?” "Sí" - le contesta él. “¿Podría interpretar para mí la Bagatelle en sol menor?” Él dice que hace mucho tiempo que no la toca, que no la recuerda bien, pero que puede intentarlo. Ella le dice: “Inténtelo”. Alexander se levanta del sillón y se dirige al piano, que está en un rincón de la habitación. Se sienta en la banqueta y con gran soltura inicia la obra de Beethoven. Aquí Haneke podría haber mostrado los rostros emocionados de Goerge y Anne, tal vez las lágrimas de ella, alargar de alguna manera la maravillosa escena. La cámara sólo enfoca al piano que solo se oye unos segundos, los suficientes para reconocer la pieza y la maestría de Alexander. Enseguida aparece un fundido en negro. Creo que esta escena sirve, ella sola, para dar una idea de la obra maestra del director austríaco: Michael Haneke.
Mario
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