Ni que decirlo: el género del terror está demasiado manoseado. Aunque te guste, aunque tengas un pedazo de corazoncito puesto en él ya sabes a lo que te enfrentas. ¿Será la falta de ideas; la displicencia a la hora de afrontar el género; los módicos presupuestos; la fórmula comercial ya establecida? Quizás un poco de todo. Pero cuando surge una idea en medio de envoltorios trillados se nota.

Cierto que Husk no merece ser elogiada más de la cuenta. Sigue cayendo en deja vus cansinos y parece respetar a rajatabla el axioma troncal: los personajes deben dar pie al terror incurriendo en conductas ilógicas. Vamos, que si tenemos largos trechos de maizales en medio de la nada y con algunas rutas despejadas lo más sensato es meterse de cabeza allí, donde no puedes ver bien ni lo que tienes detrás. Pero bueno, que los maizales están ahí para ser atravesados, que joder.

Pero a medida que la historia avanza se vislumbra una idea. Sobre el terreno conocido de maldiciones y con un escenario que el mismo King ya explotó de pronto Husk tiene algo más para contar. Cierto "circuito repetido" que le da a la peli un aroma singular. Luego tenemos la escena de la máquina de coser: terror efímero pero bien logrado. Bastante sugestivo.

Inclusive dentro de su modesta factura, Husk se las rebusca para sacar conejos de la galera. No es una obra construida en piloto automático. Parece grave si nos remitimos al género, ver la aguja en el pajar. Pero es algo, y se agradece.