Llega desde Nigeria esta propuesta de Gyang: mostrar sin rodeos ni demasiadas concesiones la vida "atada" de sus ciudadanos. Si ya en latinoamérica teníamos ejemplos similares ésta situación no podía ser menos, sobre todo viniendo del continente más pobre del planeta.

Realizada con muy pocos recursos y apelando a una trama lineal, Oloture se vale de su simpleza porque sabe desde su idea raíz que cualquier agregado técnico o cualquier giro en materia de guión llevarían la historia en otra dirección a la buscada. Es una peli de denuncia, el apartado estético apenas figura: sus escenarios son naturales, con varias escenografías al aire libre; la cámara actúa en modo cómplice con varios planos secuencias cercanos a la cara para expresar emociones (aquí sí se echa en falta un poco más de recursos interpretativos, sobre todo por parte de la protagonista). Estas decisiones le dan a la peli un tono naturalista/mundano que le juega a favor.

Lo que sí resulta extraño y quizás mal planteado es la situación de la protagonista: es una periodista infiltrada (la trama comienza con ella ya incorporada al contexto. No se explican sus motivaciones por lo que debemos asumir que fue por encargo). El único que está al tanto de ella es su compañero mientras que la empresa para la que trabaja ni figura en la trama. Apenas llegamos a ver las oficinas y poco más. Desconocemos el pasado activo y llama la atención que la empresa periodística, sea cual sea, no colabore con la policía. En su lugar, la trama opta por un drama focalizado en el sentir de la protagonista, dejando afuera información de periferia que nos permita entender como se llegó a esa situación.

Vale destacar que estamos ante una peli de temática delicada en donde apenas se muestra un desnudo integral que sirve a ese momento de la trama. Oloture es cuidadosa en ese aspecto, no alienta la gratuidad ni el morbo; quedándose a medias tintas en el armado general de la historia.